La psicología colectiva desempeña un papel fundamental en nuestras vidas. En México fue el intercambio entre balazos y abrazos; en El Salvador casi no hay sicarios pues todos parecen estar en la cárcel y en Colombia es la entrega de subsidios a todos los extranjeros asesinos.
La política, que es el bien común, no puede estar sujeta a esos vaivenes, caprichos de los primeros mandatarios. Claro que mientras tanto, en Colombia, la lucha contra los excitados continúa y la pelea contra los violentos sigue de largo: ¡Ay de nuestra policía!
Oficiales, suboficiales y soldados, todos ellos aspirantes a cargos de responsabilidad pública, es decir, de psicología colectiva, con las que nos afectan a todos.
En Bogotá, acaba de enviarle una carta un general de nuestra gran policía, otro general de nuestro Ejército está procediendo en Santander, otro suboficial de nuestro Ejército está dando su pelea aquí en Antioquia y, finalmente, otro oficial de nuestro Ejército está conduciendo sus maniobras en el sur del país.
¿Qué tiene Colombia que está lejos de los otros dos países? Pues ganas, ganas de pelear y ganas de salir del empantanamiento en que nos encontramos los colombianos. Y ganas de salir del mismo para darle algún tipo de estabilidad al país.
1.600 toneladas métricas de cocaína es el producido neto de “nuestra empresa”, que suena como familiar, y no paramos de originar y mucho más en los actuales términos gubernamentales, que señalan a los minicultores de la hoja de coca como libres de toda culpa. Los raspachines todos inocentes.
En El Salvador, cientos de cabezirapaos, vistiendo calzoncillos blancos y llenos de tatuajes, son llevados a punto de gritos a sus madrigueras. Allí, todos los cabezirapaos nos fueron presentados en un noticiero nocturno de TV. Para Bukele nada es imposible y para Petro todo está por hacer.
En El Salvador, todo parece marchar bien, aunque es otro país, según nuestras cuentas.
Y en México, “pos ni modo güey”, en donde se encuentran los comerciantes de nuestra cocaína organizados en varios carteles, siete para ser exactos, pues ni modo, hay que aguantarlos mientras sigamos siendo los primeros productores mundiales de la mata que mata.
Pero, regresemos a nuestro país. Aquí, todo marcha sobre ruedas y el dólar está sobrevaluado; los venezolanos residentes son más de 2 millones; la ropa está barata, la comida está a la baja y cientos de etcéteras. Y ¿cómo hacer para que esto funcione? Pues, ahí tienes para que vea.
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