Gonzalo Oliveros Navarro: Coincidencias

En Bucaramamga, Colombia, el alcalde de la ciudad es adalid de una política colindante con la xenofobia. Lidera el una práctica de exclusión de la ciudad de migrantes venezolanos a los que le atribuye la violación de la ley sin que medie condena judicial.

Mientras eso ocurre, en Arizona, Estados Unidos, un candidato presidencial, recién condenado en primera instancia por haber cometido un delito, pregunta en un acto de campaña si está en ese evento un venezolano que hubiere cometido un delito y que de estarlo, levante la mano.

Por la posición que uno ocupa y que el otro ya ejerció y espera repetir, no es ocioso afirmar que ambos personajes tienen auctoritas, lo que hace más peligrosas sus expresiones. Las coincidentes expresiones de ambos reflejan, en el fondo, desprecio hacia los venezolanos por haber migrado a su ciudad y su país.

Una de las características de la migración es que genera rechazo. Al temor de lo desconocido se suma, nadie lo dude, la aporofobia, el rechazo al pobre, condición está por cierto que reúne gran parte de la población venezolana de este siglo 21 gracias a las políticas públicas ejecutadas al interior del país por quienes lo han dirigido estos últimos 25 años. Asi, en el fondo, ambos personajes rechazan a los pobres y los personalizan en nuestro gentilicio.

A ellos no les importa que sus palabras no estén soportadas en cifras. Que estas evidencian que, en proporción al número de habitantes venezolanos de su ciudad o país, la tasa de criminalidad de nuestros paisanos sea muy baja. A los mismos les es inverosímil que, en el caso colombiano, el equipo de fútbol de la ciudad, a un paso de ser campeón de la liga mayor de ese deporte, sea dirigido por un venezolano. Al otro no le importa en lo más mínimo, que paisanos nuestros sean ejemplo de vida y comportamiento al interior de su país. A ellos sólo les interesa el rédito que, en su clientela política producen o puedan producir sus palabras.

Lo cierto es que como venezolano esas palabras, la del alcalde y la del ex presidente condenado en primera instancia, no son de recibo.

Ni los venezolanos que por el mundo estamos somos delincuentes por no residir en nuestro respectivo país, ni son delincuentes todos los norteamericanos por el hecho de que algunos de sus connacionales viajen a Colombia a hacer turismo sexual con menores de edad o a asesinar a sus parejas colombianas. Los delincuentes son personas que cometen hechos punibles a quienes el poder judicial condene por ello independientemente de su nacionalidad.

Asi entonces, es un despropósito y por demás inadmisible por parte de esos dos dirigentes, generalizar en razón de esta última. Los criminales tienen nombre y apellido, a veces inclusive, el apellido Trump, tal como lo reconocieron 12 jurados norteamericanos recientemente.

Quienes dirigen los destinos de una ciudad o aspiran dirigir un país, deben saber que tienen más responsabilidad que una persona del común. Si no reflexionan al respecto evidenciaran que no están a la altura del cargo que ocupan o aspiran reocupar.

Finalmente espero que los venezolanos que tengan oportunidad de ejercer derechos políticos en los lugares donde esos dos dirigentes actúan, recuerden las palabras que ellos prefirieron respecto de nosotros y coherentemente actúen en consecuencia cuando puedan hacerlo.

Gonzalo Oliveros Navarro
@barraplural

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