En general, en Venezuela, existe un concepto erróneo de la palabra servicio. Es una palabra mal utilizada y mal interpretada. A partir de mi experiencia, desde hoy, escribiré una serie de artículos que harán referencia a distintos tipos de servicios para, entre todos, ponernos al servicio de la importancia real de la palabra servicio.
Una de las grandes pasiones de mi vida ha sido la cocina, actividad íntimamente ligada al concepto de servicio. Por haber sido propietario y chef de un restaurante durante tres años, sé que el cocinero lo hace para servir al comensal quien será feliz al sentir que ha sido servido de manera correcta y con cariño. Ocurre igual cuando los cocineros preparan un banquete que es considerado exitoso por quienes lo disfrutan, y eso solo se logra por el esfuerzo de hacer bien “el servicio” (argot utilizado en cocina al elaborar desayunos, almuerzos y cenas). Estos dos instantes que pueden volverse antagónicos, esfuerzo y servicio, se unen para bien o para mal en un momento determinado. Es como experimentar un orgasmo al unísono o sentir un fracaso compartido al intentar, infructuosamente, hacer el amor.
El servicio es un éxito cuando el cocinero, como premio, recibe de regreso el plato vacío. Es la magia del arte efímero. Eso quiere decir que el cariño, la dedicación y el conocimiento que le puso a su trabajo, lograron junto a su equipo proporcionar un buen servicio. El comensal sale satisfecho y con gusto pagará la cuenta sin importar si es alta o baja, incluso con una propina, premia el servicio que ha recibido y si alguien le comenta que la cuenta salió alta, seguramente contestará que el trato respetuoso y la comida fueron tan buenos que se sintió satisfecho y por eso el servicio amerita lo que ha pagado.
Pero… ¿qué ocurre cuando vas a un restaurante y el servicio es malo? O peor, cuando fue malo por partes, por ejemplo, el servicio de la cocina fue muy bueno pero el de los mesoneros malo o mediocre. En estos casos, lo que cobren, siempre parecerá excesivo sin importar que la cuenta sea alta o baja.
Durante ocho meses estuve varado en Europa por la COVID-19. Viaje y conocí a mucha gente y en ese tiempo jamás escuché conversación alguna que hiciera referencia a servicios básicos como los de la electricidad, agua o aseo urbano, y es que allá los servicios públicos son como el aire, se da por sentado que existen y funcionan, por eso no hay que hablar de ellos.
En países en donde los servicios son ineficientes, uno va a una fiesta de cualquier clase social y mientras tomamos champaña, whisky, ron o anís, se escuchan cosas como estas:
—¿Ustedes tuvieron agua esta semana?
—Fíjate que en mi edificio llega todos los días a las 5:00 de la mañana. Nos levantamos, nos bañamos rapidito y aprovechamos para llenar los pipotes.
Nunca faltará alguien quien resignado o acostumbrado a lo malo, comente:
—Pero si ustedes se ponen a ver aquí el servicio de agua es baratísimo. En Estados Unidos y en Europa es muy caro.
En cualquier parte del mundo un servicio resulta realmente caro si, por ejemplo, para bañarnos tenemos que llenar un tobo con agua y echarla con un perolito.
Un servicio eficiente al cien por ciento se hace invisible y se da tan por sentado que nadie habla de él ni para bien ni para mal, quizás esto sea malo para quien presta el servicio ya que la gente tiende a no valorar y olvidar el esfuerzo que hay que hacer para que las cosas funcionen bien. Nadie dice: “Oye, estoy respirando”, a menos que se esté ahogando.
Un buen servicio público o privado está siempre allí para cuando lo necesitamos. Detrás de un buen servicio existe un gran número de personas que trabajan día y noche para que no tengamos que hablar de él. Un buen servicio es un ejército de hombres y mujeres capacitados y respaldado por un engranaje perfecto de miles de maquinarias e implementos que logran que ese esfuerzo sea exitoso.
Un buen servicio se logra cuando entre todos pagamos lo justo a un equipo de trabajo que no vemos ni conocemos pero que tenemos la certeza de que hará su mayor esfuerzo para que, al despertarnos y antes de ir a trabajar, todos logremos bañarnos con agua tibia, freír el huevo con el que nos queremos desayunar y encontrarnos al salir con una calle absolutamente limpia, pues mientras descansábamos alguien hizo lo correcto.
En el próximo artículo hablaré de un servicio público, delicado, difícil de explicar y a veces vilipendiado, como lo es el servicio del aseo urbano de nuestras ciudades.