El Manchester City ya encontró por fin su dorado. Alzó su primera Champions League, el gran sueño de los propietarios árabes desde que en el 2008 adquirieran el club y empezaran a fichar a estrellas, y lograron un mágico triplete al vencer a un meritorio Inter de Milán que dio más guerra de la que todos esperaban (1-0). Una final con doble acento español, por Guardiola, que sumó su tercera ‘Orejona’, y por Rodri, autor del tanto que terminó con la agónica búsqueda de los ingleses.
Mucho más atascado de lo previsto estuvo el primer tiempo. Los nervios y las dudas se apoderaron pronto del Manchester City, que no se encontró más en dos jugadas aisladas en las que Bernardo Silva y Erling Haaland tuvieron la oportunidad de marcar. Algunos de sus compañeros eran un ‘flan’ ante un Inter que salió con las ideas muy claras. Simone Inzaghi demostró tener estudiadísimo a Pep Guardiola y planteó una presión adelantada con Dzeko y Lautaro haciendo un trabajazo cortando las líneas de pase interiores y obligando al City a jugar por fuera para caer en la trampa. Dimarco y Dumfries salían para cerrar la salida y los italianos atropellaban las posesiones inglesas, espesas, lentas y sumamente arriesgada.
Si bien el Inter no tuvo una clara ocasión en la primera mitad, las sensaciones al término fueron mejores para ellos. Pudieron conectar contras en las que el City, producto de su frustración y precipitación, estaba mal colocado. Sin embargo, faltó la claridad de decisión en el último pase para culminarlas mejor ante un Ederson que tuvo un par de acciones que no invitaban al optimismo. Y aunque poco, los de Inzaghi también supieron encontrar los resquicios en la presión rival cuando le tocó salir jugando. Algo que debió ver claro también Guardiola, con cara de preocupación en banda y más cuando De Bruyne cayó lesionado y tuvo que retirarse pasada la media hora.
Ni las palabras en el descanso de Pep calmaron las aguas ‘citizen’. Y parecía que la cosa podía ir a peor cuando en un regalo absoluto de Anakanji tuvo Ederson que evitar el tanto de un egoísta Lautaro, que de jugar atrás con el recién ingresado Lukaku habría cantado gol. El segundo tiempo era un calco de primero. Un Inter bien plantado y enérgico conteniendo a un City apesadumbrado bajo el cartel de ‘favorito’. Y lo peor, sin llegadas claras para, por lo menos, meter el miedo en el cuerpo de los italianos, que seguían teniendo un gran pero en su falta de finura en los venenosos contragolpes que encontró.
Vio la luz el City en ataque gracias al jugador menos pensado. Akanji, en una incorporación con el Inter clavado atrás, filtró un precioso pase que rompió la defensa para Bernardo Silva, quien tras ver como su centro lo desvió Acerbi fue testigo directo de como Rodrigo empaló el balón suelto y lo puso directo al fondo de la red (68’). Onana, tapado, ni siquiera se tiró al no ver el balón.
Tocaba al Inter dar ahora un paso adelante tras un gol más que necesario para un partido encallado. Había la duda de si el tomar más riesgos iba a favorecer para que el City matara al haber más espacios, pero los británicos tuvieron la fortuna que necesita un equipo campeón. A la nada, otra empanada de Akanji deparó en un doble remate de Dimarco, el primero dio al larguero y el segundo topó con el cuerpo de Lukaku, evitando de forma involuntaria el empate.
Se abrieron los huecos y realmente tras eso el que más pudo cantar un gol fue Guardiola. La mejor jugada del partido bien lo habría valido. Foden se revolvió con una maravilla de control y se metió en el área pero enseñó demasiado su tiro a Onana.
Al final el Inter, ya a la desesperada, tuvo una más clamorosa de Lukaku, que remató donde estaba Ederson y con unos reflejos felinos la sacó. Y es que pudo marcar hasta en la última, en un saque de esquina peinado por Gossens en el primer palo y que el brasileño, a la postre importantísimo, también sacó para elevar el delirio y los decibelios ‘citizen’ en el césped y la grada. Sueño cumplido.
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