Cistoscopia: un examen para ver el interior de la vejiga

La cistoscopia es un procedimiento que se utiliza de forma muy frecuente en urología. Permite tanto diagnosticar como tratar ciertas patologías que afectan a la vejiga y a la uretra. Consiste en insertar un tubo a través de la uretra, el cual presenta una pequeña cámara en la punta.

Gracias a esa herramienta se puede observar el interior de la vejiga. Además, se pueden introducir otros instrumentos para realizar biopsias del tejido o eliminar algo que esté produciendo una obstrucción.

El problema es que —al igual que muchos otros procedimientos similares— no está exenta de riesgos. Por ello, a continuación te explicamos todo lo que debes saber sobre esta intervención, por qué se realiza y cuáles son sus posibles complicaciones.

¿En qué consiste una cistoscopia?

La cistoscopia, también llamada «cistouretroscopia», es una de las intervenciones más utilizadas por los urólogos para el diagnóstico y el tratamiento de ciertas enfermedades que afectan a la vejiga y a la uretra.

Consiste en la introducción de un tubo de pequeño calibre a través de la uretra, hasta la vejiga. Este, a su vez, porta una pequeña cámara en la punta que permite visualizar de manera directa las paredes de la uretra, la vejiga, la próstata y los orificios ureterales.

Según explican los especialistas de Mayo Clinic, es una de las técnicas más útiles para el diagnóstico de enfermedades de la vejiga. Por ejemplo, puede ayudar a diagnosticar el cáncer, la cistitis o la presencia de cálculos. También ayuda a determinar la causa de infecciones urinarias frecuentes.

Incluso, en el caso de los hombres, puede orientar a una hiperplasia de próstata. Es una situación en la que la próstata aumenta su tamaño de forma considerable. Esto hace que presione la uretra y se estreche, por lo que el cistoscopio no puede avanzar a través de ella.

Además, el procedimiento puede servir para tratar numerosas patologías, ya que a través del tubo se pueden introducir otras herramientas. Por ejemplo, pinzas que permiten eliminar un pequeño tumor o que ayudan tomar una pequeña muestra de tejido para una biopsia.

Tipos de tubos para la cistoscopia

La cistoscopia se realiza introduciendo un tubo de unos 40 centímetros de largo y, más o menos, medio centímetro de diámetro. Este tubo se denomina ‘cistoscopio’. En un principio, era un tubo hueco mucho más sencillo.

Sin embargo, gracias a los avances de la ciencia, ahora presenta muchas más herramientas y utilidades. De este modo, encontramos dos variedades principales; uno flexible y uno rígido.

  • El cistoscopio flexible produce menos molestias en el paciente. Además, permite un análisis más rápido de la vejiga.
  • El tubo rígido, a pesar de ser más molesto, permite obtener imágenes más nítidas del interior de la vejiga.

Ahora bien, el tubo flexible no permite introducir otras herramientas. Por lo tanto, si se desea tratar o realizar medidas más complejas durante la cistoscopia, está indicado utilizar el rígido.

¿Cómo se realiza este examen?

Para realizar la cistoscopia, es importante que el médico haya hecho antes una exploración física del paciente. Esta prueba se puede hacer en consulta o en el quirófano. La elección del lugar depende principalmente de si se utiliza anestesia general o no.

El paciente quedará tumbado boca arriba, con las piernas abiertas y las rodillas flexionadas. Si se utiliza un cistoscopio flexible, es posible estirar las piernas. Con frecuencia, en lugar de anestesia general, se aplica una sedación más ligera o anestesia local.

Una vez se ha colocado el cistoscopio, se introduce a través de él suero fisiológico para llenar la vejiga. Lo normal es que sea una prueba corta, de entre 15 y 60 minutos. En cualquier caso, el tiempo puede variar en función de lo que se desee realizar durante el procedimiento. Si se utiliza un cistoscopio rígido se suele tardar más.

Posibles riesgos

La cistoscopia es una prueba invasiva, ya que implica introducir un cuerpo extraño en el cuerpo. Por eso, pueden aparecer una serie de complicaciones. Una de las más comunes es el dolor o las molestias tras el procedimiento.

Del mismo modo, puede haber un ligero sangrado o sensación de ardor al orinar. Aunque es menos frecuente, puede provocar una infección en la vía urinaria, sobre todo si el paciente tiene algún factor de riesgo, como otras comorbilidades o una edad avanzada.

Por eso, es fundamental contactar con un médico si aparece fiebre o si el dolor se mantiene durante más de dos días. Lo mismo sucede si aparece un sangrado intenso o si no se consigue orinar tras la técnica.

Cómo prepararse para una cistoscopia

La cistoscopia es un procedimiento relativamente sencillo. No obstante, requiere tener en cuenta una serie de aspectos y consideraciones antes de realizarla. En los siguientes apartados te explicamos lo fundamental.

Antes del procedimiento

Antes de acudir a la cistoscopia, es posible que el médico modifique o añada ciertos tratamientos del paciente. Por ejemplo, puede ser necesario tomar antibióticos de forma previa. De esta manera, se reduce el riesgo de infección con la prueba.

Es frecuente que se recomiende dejar de tomar fármacos anticoagulantes los días previos. Por otra parte, se sugiere acudir con la vejiga llena a la consulta. Esto es así porque puede ser necesario tomar muestras de orina para analizarla en el laboratorio.

Durante la prueba

La intervención a veces se realiza bajo anestesia o sedación, aunque en algunos casos solo se emplean anestésicos locales. De ser así, la persona quedará consciente mientras se realiza la prueba y es posible que llegue a notar cómo se introduce el cistoscopio.

No obstante, como se aplican anestésicos locales, la zona estará adormecida. A lo largo del examen, se observa tanto el interior de la uretra como la vejiga. Esta última se llena con suero fisiológico para visualizar mejor su interior. El médico ve las imágenes proyectadas en una pantalla, en directo.

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