Apreciados señores:
Es curioso que hoy las actuales autoridades estén propiciando, a través de inhabilitaciones políticas, el cierre de la vía electoral, forzando a los devotos del extremismo a retomar la vía de máxima presión, la amenaza creíble, la vía violenta e insurreccional que tanto daño causó al país. Les estarán dando el pretexto para salir a protestar y calentar la calle.
En fin, para seguir en esta polarización que permite los nubarrones de las pasiones sin frenos, que nublan el entendimiento, acallan las voces de la negociación política y exaltan la violencia sin sentido. Y a veces, cuando las nubes de la pesadumbre ocultan el cielo, parece que somos incapaces de ver otra cosa, incluso ni imaginar que puedan desaparecer, ¡desaparecerán!
Para ellos nos enfrentamos a una tarea ingrata, como la que atraviesan esos padres que se las ingenian para dar de comer a cuatro con el dinero de dos.
Ustedes, conjuntamente con los sectores democráticos de oposición que creemos en la igualdad ante la ley y no la igualdad por la ley, quienes podremos darle una salida serena a esta situación tan negativa que vivimos.
Hablo de llevar a la institucionalidad lo que ha empezado hace mucho tiempo en las casas, en los colegios, en los restaurantes, en los centros sociales, es decir, la capacidad de coincidir todos, chavistas y opositores, en que el modelo económico fracasó.
Hablo de llevar a la institucionalidad la normalidad política que ha empezado en los hogares, la capacidad de convivir con el que piensa distinto. ¿Acaso no es verdad que hijos de altos jerarcas del gobierno están emparentados sentimental y afectivamente con hijos de quienes se oponen al modelo económico y están en las antípodas ideológicas del socialismo?
Hablo de llevar a la política institucional lo que ya es plenamente normal en la vida cotidiana del país, para así salirnos de esa confrontación absurda, de esa prédica de odio que sólo gana «me gustas» y «retweets» en Twitter, pero que no tiene base en la vida real. Bastará ir a los colegios del este de Caracas para ver los hijos de las altas clases caraqueñas con los hijos de los jerarcas del partido.
Así que es hora de hablar claramente de una transición en paz. Sin venganza, que permita que la fortuna de cada cual se mantenga como ahora, que los estamentos militares no sean perseguidos por nadie, que nadie se sienta extranjero en Venezuela. Civiles y militares. Blancos y negros. Chavistas y opositores. Todos.
Se trata de hacer esa transición basada en un programa centrista, a través del cual queremos que Venezuela se incorpore plenamente a la vida democrática de América Latina. La defensa del modelo de sociedad occidental, la inspiración en la ética y en los valores del humanismo cristiano y la asunción del sistema de economía de mercado, corregido por unos objetivos sociales que le sitúan al servicio del hombre e impiden hacer del hombre un engranaje al servicio de fuerzas deshumanizadas, constituyen los fundamentos imprescindibles que debemos asumir en la búsqueda de un adecuado equilibrio entre progreso, libertad, igualdad y solidaridad entendidas como dimensiones de la justicia.
Y pasa ahora por discutir, sin miedo, una Constitución de la concordia que sustituya a la bolivariana. Ya nadie puede excluir a nadie.
No miremos hacia el pasado, ubiquémonos en este presente y miremos hacia el futuro: pongamos en marcha una transición pacífica, donde no se diga que Maduro será juzgado, sino que, salido del poder, recibirá toda la protección como exjefe de Estado. Sin odio. Sin venganza.
Un gobierno capitaneado por quien sea, pero que represente a todos: chavistas y opositores. Hasta tanto haya una elección.
No es posible que en esta patria donde tenemos alimentos, materias primas, recursos energéticos, recursos humanos, haya crecido la marginación social y cerca de seis millones y medio de venezolanos hayan huido por la frontera. Tenemos que hacer lo imposible para que, a partir de una acción de acuerdo que posibilite el crecimiento y la liberación de recursos bloqueados, podamos crear riquezas.
Basta de esta situación donde viven bien los que no hacen nada y donde viven muy mal los que trabajan todos los días del año.
Ahora, cuando el fantasma de la violencia política vuelve a aparecer, les quiero pedir que no bajemos los brazos y que sigamos trabajando todos, chavistas y opositores, por una convivencia en paz. Vienen días muy duros, pero vienen días duros donde vamos a sembrar para que dentro de un tiempo prudencial podamos cosechar excelentes frutos. No podemos seguir así. Venezuela no se merece este presente; Venezuela se merece un futuro mejor. La transición ya empezó, hay que institucionalizarla.
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