22 de noviembre de 2024 12:31 AM

Griselda Reyes: Carta a los firmantes

Venezuela requiere y exige atención urgente, constante y permanente. Hay cierta mejoría en muchas áreas de la vida comercial, pero el país va más allá de esa esfera.

El Universal / @griseldareyesq

La funcionabilidad de los servicios públicos; la atención de los pacientes en los hospitales, ambulatorios y centros de salud sin que éstos sean los proveedores de los insumos, equipos y medicamentos para su tratamiento; la dotación a las escuelas y liceos de todas las herramientas que garanticen educación de calidad; la voluntaria escogencia de la formación de sus profesionales; la ausencia de privación de libertad por razones políticas (no más presos por motivaciones políticas); la certeza de la implementación de la seguridad ciudadana y jurídica; la certeza de tener alternancia en el poder, con posiciones, no imposiciones; la existencia de real autonomía en los poderes públicos; establecimiento y desarrollo de la producción nacional y la generación de puestos de trabajo con la debida remuneración; la dotación a cada ciudadano de la seguridad social y la suficiencia del ingreso para procurar calidad de vida.

Falta mucho por avanzar y, más aún, por aprender. No vivimos en un país normal mientras sus ciudadanos somos jaurías del afán darwiniano donde sobrevive el menos débil.

Por ello, y luego de leer con especial detenimiento todo el revuelo que causó la misiva remitida por 25 venezolanos de destacada trayectoria al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, escribo estas líneas dirigidas a quienes se atrevieron a decir públicamente lo que muchos pensamos. Muchísimos más de lo que pretenden hacer ver los dirigentes políticos, redes sociales y algunos medios digitales, pero frente a lo que otros -por ser un tema escabroso- prefieren callar.

Yo me sumo abierta y frontalmente, a la solicitud seria y coherente de que no podemos seguir sometidos a sanciones que solo han hecho daño a los venezolanos, porque el gobierno ha demostrado una habilidad pasmosa para adaptarse a las circunstancias y sortear todos los obstáculos impuestos.

Seamos honestos: es la ciudadanía, hombres y mujeres de a pie, la que ha pagado las peores consecuencias de este descalabro económico.

La responsabilidad del actual estado del país no compete solamente a quienes últimamente han detentado la máxima jefatura ejecutiva nacional y de los representantes que conformaron sus equipos, aunque algunos les destaquen como los principales responsables de la atroz crisis humanitaria que vive Venezuela, crisis que se ha profundizado por las sanciones impuestas por Estados Unidos a Pdvsa. Nos guste o no, tenemos más de un siglo viviendo del petróleo y el descalabro originado en la industria petrolera por las demostradas suficientemente como erróneas decisiones ejecutivas y administrativas, nos llevó a esta deplorable situación.

La corrupción galopante y la inexperiencia en muchos de los cargos de alta gerencia propiciaron el fuego que nos dejó estas cenizas.

Volviendo a la carta y a las humareda que levantó hay dos cosas inconcebibles a mi entender.

Por un lado, los ataques inmisericordes contra quienes desde sus respectivas trincheras, no han dejado un solo día de procurar soluciones para resolver los graves problemas del país. Son hombres y mujeres que trabajan con organizaciones sociales, haciendo planteamientos serios para empezar la reconstrucción desde abajo.

Estos 25 ciudadanos merecen nuestro respeto, aunque su solicitud no guste o no. Cómo ciudadana venezolana espero que dé resultados en pro de todos los ciudadanos.

Por otro lado, impensable a mi juicio, es que a propósito de la correspondencia, haya voceros de la vida pública nacional que no solo atacan la propuesta, sino que también defienden la política de sanciones.

Me pregunto ¿Qué corre por las venas de quienes insisten en mantener unas sanciones que no afectan al gobierno sino a los venezolanos? Mujeres, hombres, niños, adolescentes y ancianos de nuestras zonas populares pasan las de Caín para sobrevivir en Venezuela.

Venezuela, sin duda alguna, se arreglará cuando empecemos a respetarnos unos a otros; cuando entendamos que el respeto es fundamental para lograr la convivencia; y cuando comprendamos que el cambio solo se logrará cuando incluyamos a todas las tendencias políticas e ideológicas.

Los gobiernos se deben a todos sus ciudadanos, no a sus simpatizantes. Y guste o no deben respetar a todo aquel que difiera. Desde el respeto, sin atropellos, se pueden refutar las ideas, hacer planteamientos razonables para rebatir aquello con lo que no concordamos.

Es hora de entender -y tragar grueso, de ser necesario- que hay que sentarse a negociar con quién ostenta y ejerce el poder. Es la única manera de avanzar en la búsqueda de respuestas.

No podemos seguir tapando el sol con un dedo y defendiendo mecanismos que fracasaron. ¿Acaso el Señor Embajador de Estados Unidos para Venezuela, James Story, es un tarifado por haber asistido al palacio de gobierno?

¡Amigos! La coherencia debe privar, las propuestas coherentes deben auparse. Basta de moler a palos en Twitter a quien apunte a lo no convencional. Ese no es el país nacional, las redes sociales no pueden ser el medidor político. Ojalá más ciudadanos se sumaran abiertamente a ideas de esta naturaleza sin atender los ataques que podría o no recibir.

Lo he dicho hasta la saciedad, en Venezuela todo pasa por la política. Por eso he sido, soy y seré fiel defensora de cualquier propuesta que suponga entendimiento respetuoso y vaya en pro de toda la ciudadanía. ¿Diálogo? Sí, diálogo. ¿Negociacion? Sí. ¿Sanciones? Ni una más.

Así como defendemos la Constitución para hacer valer nuestros derechos, es momento de que se imponga la soberanía nacional como estandarte, que nos cobije a todos los venezolanos. Ojalá que esta Semana Santa nos haya hecho reflexionar y que el Domingo de Pascua haya permitido resucitar la sensatez y el sentido común entre esa minoría que ataca sin piedad a todo aquel que busca salidas a esta catástrofe que vive Venezuela.

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