Una de las mayores desgracias del chavismo es que los funcionarios que designan no cumplen con el más mínimo requisito para ocupar el puesto para el que fueron designados. De Maduro para abajo. Y encima de que son unos ignaros, el enroque de un puesto a otro es aún peor. Todos han ocupado todos los puestos habidos y por haber. Por deporte, agarre a cualquiera de ellos y revise por todos los cargos por los que ha pasado.
Alguien podría argüir que Aristóbulo Istúriz era maestro… Pero es que un ministro de Educación tiene necesariamente que ser mucho más que un maestro. Tiene que ser un gerente que sepa de educación, más que un educador que sepa de gerencia. Y creo que Aristóbulo no sabía ni de una cosa, ni de la otra. Porque un maestro que esté de acuerdo con la ideologización de los niños no es un maestro. Es un sinvergüenza.
¿Qué cualidades debe tener el ministro del ministerio más importante del gabinete? Porque con educación se consigue todo. Sin educación se llega a la nada. ¿No lo estamos viviendo acaso? Sin educación no puede haber justicia. Sin educación no sobrevive la economía. Sin educación no se forma el personal de salud. Sin educación no hay desarrollo, ni agricultura, ni industria, ni comercio. Sin educación no hay futuro.
Un ministro de Educación debe saber organizar, administrar y sistematizar. Debe conocer a fondo qué es lo que está organizando, administrando y sistematizando. Debe ser empático, abierto y seguro de sí mismo. Debe tener obligatoriamente un grado universitario y, preferiblemente, un doctorado. Puede tener la mejor voluntad del mundo, pero deseos no empreñan. Nadie, ni en sus más oscuras pesadillas ni en sus más espantosas alucinaciones, se operaría con alguien que solo tiene “deseos frenéticos” de ser médico…
Un ministro de Educación debe estar al día en las tecnologías más avanzadas para apoyar los procesos educativos. Debe conocer los postulados de los pedagogos más importantes del mundo. Debe tener un estricto sentido del deber y de la justicia. Debe tener criterio amplio, estar abierto a conocer nuevas propuestas y a ponerlas en marcha. Debe saber rodearse. Debe saber escuchar. Debe saber decir “no” y plantarse ante la máxima autoridad.
Un ministro de Educación debe tener un sentido democrático a toda prueba. Debe ser desprejuiciado, responsable, consecuente con su forma de pensar y actuar.
Un ministro de Educación debe ser culto, además de educado. Debe ser cortés y también valiente, porque debe estar dispuesto no solo a desafiar a su jefe, como dije antes, sino al statu quo completo.
Un ministro de Educación debe tener una vocación civil a prueba de todo. Debe responder a sus principios y no a un partido u organización. Debe estar dispuesto a denunciar la corrupción donde la encuentre, aunque se trate de sus mejores amigos.
Un ministro de Educación debe ser humilde, jamás una persona que cree que lo sabe todo. Mucho menos alguien que se crea infalible. Ya hemos pagado demasiado cara la soberbia en este país.
Ahhh, y antes de que se me olvide, un ministro de Educación JAMÁS debe confundir un estado con un país.