22 de noviembre de 2024 3:03 PM

Carlos Raúl Hernández: Monjas penitentes de Nuestra Señora 

Argentina fue el país más rico del mundo, gracias a la Constitución de apertura (1853), concebida por Juan Bautista Alberdi en su obra Bases y puntos de partida…, y a los primeros presidentes, Mitre, Sarmiento y Avellaneda, cuyos efectos positivos duran hasta mediados del siglo XX. Sarmiento, ante la inmensidad territorial despoblada de Martín Fierro y Facundo Quiroga, plantea la lucha de civilización contra barbarie y traza línea de fuego contra esta. Pobre y primitiva, con apenas dos millones de habs., aislada del mundo, sin metales preciosos, capitales, infraestructura, seguridad jurídica, ni derecho de propiedad y libertad de empresa, inician la modernización social y políticar contra el atraso. Al llegar el siglo XX, Argentina es ya el principal productor de alimentos del mundo que contaba el progreso por millones: doce millones de hectáreas sembradas, 5 millones de toneladas de granos al año, 20 millones de cabezas de ganado. Y 28 mil kms. de vías férreas para exportarlos.

Salarios tres veces más altos que en Europa atrajeron migración masiva y la población creció más que en Canadá y Australia. Para la fecha, ocho países competían en prosperidad. Inglaterra, Bélgica, Suiza, EE.UU. Australia, Canadá, Nueva Zelanda. Y Argentina, la primera exportadora mundial de trigo, maíz y carne. Julio Roca estableció educación primaria gratuita y universal y redujo el analfabetismo a un tercio de la población, mientras en Europa andaba en dos tercios. Desde los años cincuenta del siglo XX que aparece el peronismo, todo se derrumbó y hoy está en el triste número sesenta en el ranking internacional de bienestar, y entre los países más corruptos, con la tercera inflación del planeta y miseria que afecta 45% de la población. Según la Universidad Católica 16 millones son pobres, tres millones indigentes. Apenas ocho millones de trabajadores productivos sostienen a 46 millones de argentinos y en ocho departamentos la mayoría de la mano de obra son empleados públicos.

Los impuestos suman más de la mitad del precio de un carro, que cuesta tres veces más que en EE. UU, el doble que en España; y 45% de la canasta de alimentos. A 80 años del primer gobierno de Perón, sus sucesores protagonizan el “caso de los cuadernos” que condena a Cristina Kirchner por corrupción (12.000 millones de dólares), con un grupo de empresarios. Es el más escandaloso caso en la región, aunque Odebrecht se lleva la palma porque involucra varios países. Se revela un plan ejecutado directamente desde las presidencias Kirchner entre 2003 y 2015. La trama revienta por Oscar Centeno, quien distribuía las coimas y que por hábitos ejemplares de trabajo anotaba en cuadernos meticulosamente, direcciones, nombres, conversaciones y número de maletines que entregaba a los interesados.

Como las sumas eran incontables, la unidad era el maletín de billetes de cien dólares que contenía 800 mil, cuántos maletines recibía cada quien. Resulta que un tal José López tenía 9 millones de dólares en su casa para cigarrillos y chucherías, pensó que iban a allanarlo, y corrió a ocultarlos en el convento de las asustadas Monjas orantes y penitentes de Nuestra Señora de Fátima, donde lo pillaron. Pero ya la cúpula kirchnerista se desmoronaba desde 2017. A Omar “Caballo” Suárez, jefe de los sindicatos portuarios, lo agarran por fraude, estafa agravada y cuentas multimillonarias sin justificación. Juan Pablo “Pata” Medina, jefe del sindicato de la construcción, preso por extorsionista, asociación para delinquir y operaciones por diez millones de dólares no justificados. A ese humilde dirigente popular, la vida lo premió con ciento nueve automóviles, un avión y un helicóptero. Marcelo Balcedo, de los educadores y traficante de armas, tenía cuentas por veinte millones de dólares, y era feliz propietario de dos aviones, un yate, cuatro porches, un Ferrari, un Mercedes McLaren (valorado en 500.000 dólares) y un zoológico privado.

Estos líderes populares apoyaron todo lo que depauperó a sus dirigidos. El procedimiento kirchneriano era el siguiente: el ministro, más bien superministro, de planificación, Julio de Vido, creó un “comando” con las grandes empresas constructoras, que oficiaba el presidente de la Cámara de la Construcción, Carlos Wagner. Allí decidían el plan de obras públicas y adjudicaban quien ganaría cada licitación. Una vez “licitadas” e iniciadas las obras, duplicaban o triplicaban el costo inicial, aunque con frecuencia ni siquiera se concluían. De ahí sobraban dólares para varias capas de funcionarios del gobierno y empresarios, y todo el mundo contento. Estos cuadernos llegaron a manos del poder judicial y comenzó el corre-corre. El supermagnate Carlos Wagner, en compungidas “confesiones”, revela que los Kirchner recibían 3 millones de dólares diarios, 90 al mes, 12 mil millones durante sus tres gobiernos, suficiente para una vida modesta, pero sin privaciones.

En 1943 es el golpe de Estado que hace Ministro del trabajo al teniente coronel Juan Domingo Perón, quien usó el cargo para repartir prebendas y vincularse a los sindicatos, tal como había aprendido de Mussolini. Creció su popularidad y los superiores lo forzaron renunciar en 1945. Se despidió en un dramático discurso de alerta sobre el peligro que corrían los beneficios laborales que él había concedido. Lo detuvieron por su provocación, pero lo excarcelaron las masas con el esfuerzo de Evita y ganó las elecciones de 1946. Su programa revolucionario echaba abajo lo que había formado la prosperidad, con la conocida jerga populista: “soberanía política, independencia económica y justicia social”, oleadas de expropiaciones que convirtieron a los trabajadores en su nómina personal. Nacionaliza transportes, energía, comunicaciones, restringe el comercio exterior y aprisiona la banca privada; controla precios de los servicios públicos por debajo de los costos, infla las nóminas del Estado.

Eso convierte a Perón en patrón universal, produce déficit fiscal, multiplica los controles, para acaba con la productividad y quebrar la economía. Para financiar el gasto gigante que produce, emite dinero inorgánico y desata la inflación. Una ilusión de bienestar insostenible porque la inversión privada se desploma, la balanza internacional pasa a negativa, quiebra al país, quema las reservas y naturalmente se declaró víctima de guerra económica, de los especuladores, el imperialismo, e hizo escasear el pan en el granero del mundo. Como la constitución le impedía reelegirse, hizo otra que declaraba al Estado centro de la sociedad. En 1955 lo derrocan los generales Aramburu y Leonardi, en una nación arruinada, cuesta abajo hasta hoy. La revolución populista pervirtió demasiado la cultura política latinoamericana nos condenó a la pobreza, la, corrupción, el atraso, mientras el síndrome de Perón siga vivo.

Por ejemplo, el rechazo al FMI es una comedia en el país que desde los años 50 vive del FMI, porque no produce para sostenerse. Arturo Frondizi (1958), Juan Carlos Onganía (1966-70) Jorge Rafael Videla (1975) Raúl Alfonsín (1983-89) Carlos Menem (1989) Fernando De La Rúa (1999) Macri (2015) y Fernández- Kirchner (2019) recibieron su beca para equilibrar la economía, pero no lo hicieron y despilfarraron los recursos, iniciaron crisis tras crisis, para pedir reiteradamente. Fernández -Kirchner hacen el último ajuste, no para racionalizar y adecentar el Estado sino para que la gente de a pie pague por la indecencia de los gobernantes. En vez de corregir el despilfarro en ferraris, agreden el ingreso de los ciudadanos, suben impuestos, retienen producto de las exportaciones, reducen renglones no imponibles, gravan la compra de dólares y controlan los cambios. Proteccionismo, devaluaciones, regulaciones e impuestos entre los más altos del planeta, hicieron un Estado parásito y una economía inepta, paciente crónica de endeudamiento externo. Cuando llegaron los Kirchner al poder en 2003 el gasto fiscal era de 23% del PIB y cuando medio sale Cristina en 2015, había ascendido a 40%.

@CarlosRaulHer

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