En las democracias se vive el mejor momento de la humanidad para ser mujer, homosexual, negro, discapacitado, diferente, y en especial para la única categoría trascendente: ser humano. Pero repuntaron ideologías estrafalarias, como la corrección política y la alt-rigth trumpiana, contra la convivencia pluralista y grupos étnicos, religiosos, culturales o sexuales que no les agradan. La pobreza bajó de 90% a comienzos del siglo XX, a menos de 8% gracias a aperturas económicas y productivas, como hoy en China, India y catorce países de la liga asiática. La miseria persistía en naciones que, como los “estados fallidos”, eran “gloriosas revoluciones” africanas, asiáticas, latinoamericanas, socialistas. Luchaban contra “el neoliberalismo”.
Es el “cabeza de ñema global”, semi intelectual o político ideologizado, con relativo nivel de información de redes, pero sin instrumentos ni voluntad para discernir. Una frase de Maquiavelo los retrata “hay quien es capaz de discernir la realidad. Otros son capaces de entender lo que aquellos disciernen. Unos terceros ni disciernen ni entienden. Son para eso inútiles”. Callan la esclavitud de las mujeres en Asia y África, los matrimonios de niñas con ancianos y el ajusticiamiento de homosexuales y “adúlteras”. Apoyaron los golpes de Estado de Trump-Bukele, pero denunciaron el de Evo Morales, o viceversa. Odiaron a Netanyahu, pero les cae simpático Hamas, o viceversa. Satirizaban a quienes decían “comunistas” a Podemos en España, pero calificaban “fascista” a Arrimadas.
Entran en hidrofobia por Vox, pero los actos de fascismo en la política actual son los escraches a presentaciones de libros, conferencias o películas contra la Inquisición de género, la cancelación a obras artísticas y esa ridícula forma de hablar y escribir. Y se abren las llagas dejadas por importantes sicópatas y resentidos. En un foro en la Web un sociólogo cuarentón argentino hablaba de Althusser como un pensador “modélico”. No habría que repetir que ahorcó a su mujer como en una película de Hitchcock, sino que en sus Memorias se define: “soy una estafa como filósofo. Nunca logré pasar de la página ocho de la Crítica de la razón pura”. Marx, Nietzsche, Heidegger, y otros menores pero influyentes, Foucault, Millet, Firestone, alimentan mentes retorcidas en la pesadilla distópica, transhumana: que la revolución determine el sexo de la gente.
Proponen un mundo orwelliano donde se apaguen los sentidos, el disfrute, la sofisticación, la magia de la seducción. El de Winston en 1984. La estrategia revolucionaria es la nueva Hoguera de vanidades para quemar a Homero, Shakespeare, Henry Miller, Neruda, Yeats, Picasso, Beethoven e incontables más, así como en 1497 Savonarola incineró miles de obras de arte en la Piazza della Signoría, entre ellas de Botticelli, Petrarca, Boccaccio y muchos otros ¡Cuidado con Savonarolas actuales¡ Pese a ellos las vapuleadas democracia, libertad y modernidad son el mejor espacio de la historia para ser humanos, entre otras por la disminución de la violencia interpersonal.
El Estudio mundial sobre homicidios de la ONU (2019) permite entender la violencia sin disparates, mentiras ni sectas ideológicas de abominación. La civilización triunfa sobre la barbarie, pero los números de Centro y Sur América preocupan. En contraste con una bajísima media mundial de 6 homicidios por cada 100 mil hab., estas dos regiones registran exorbitantes índices de homicidios: 62.1 y 58.6 por cien mil, después de décadas de la épica del cabeza de ñema global contra “el neoliberalismo”. En cambio en Asia, especialmente La India, China y sus aliados, la apertura económica (un millón de empresas extranjeras) acompaña apenas 2%. homicidios. En Europa y Oceanía son escasos 2.3, y 2.8 de homicidios por 100 mil hab. Dato crucial contra el ideologismo, es que en la sumatoria mundial, 80% de los asesinados (no en guerra) fueron varones y 20% hembras.
Y que 90% de los homicidas son hombres. Las mujeres no son, salvo en reducida escala, ni asesinas ni víctimas. Es desgarrador que un porcentaje muere a manos de quienes debían cuidarlas, especialmente en países islámicos, fósiles de sociedades patriarcales, y también en occidente. En 2012 los británicos Catherine Finnerand y Rob Stephenson concluyeron después monumental trabajo comparativo de 28 investigaciones sobre el tema, que la violencia entre parejas lesbianas es muy baja mientras domina en parejas de homosexuales varones: agresiones físicas y sexuales 75%, y sicológicas 76%. Estudio de la Universidad de California-Los Ángeles (2013) dirigido por Naomí Goldberg con muestra de 32 mil parejas: violencia apenas 6% entre lesbianas, 72% en parejas homosexuales masculinas contra 22% de parejas heterosexuales. Para el megaestudio de dos sicólogas británicas, Sabrina Nowinsky y Erika Bowen, la ferocidad entre parejas de hombres se relaciona con la testosterona, mientras que los estrógenos y factores evolutivos desarrollaron en las hembras supra inteligencia emocional. Por eso se impusieron en la medida que desaparece la importancia de la fuerza física para sobrevivir.