23 de noviembre de 2024 9:45 PM

Carlos Blanco: El enano con pies de barro (El caso siniestro de la inflación militar)

  1. Es el caso clínico de la Fuerza Armada de Venezuela. Una institución progresivamente encogida que además de tener una cabeza grande y hueca se asienta sobre unas extremidades inferiores disueltas en barro y mugre, aunque los piececitos contrahechos tengan las uñas como ganchos, tal como todo depredador. Hasta que comenzó Chávez a destruir la institución, el militar venezolano era objeto de reconocimiento social y admiración, salvo contados casos. No solo por el papel que había cumplido en la derrota a la insurgencia cubana y doméstica, sino porque había exigencias éticas de la institución hacia sus miembros, en ciertas facetas hasta en el terreno de la gazmoñería. El porte, la disciplina, los pliegues del uniforme, la conducta familiar, la discreción, y, desde luego, los elementos propios de la profesión. Eso se perdió.
  2. Demos una vuelta argumental. En todas partes del planeta se conoce que el bolívar no vale nada, ni siquiera el papel en el que se imprimen los billetes. El bolívar ha sido desplazado por el dólar no por una decisión gubernamental sino por una fuerza social: la destrucción de la moneda ha sido una obra completada enteramente por el binomio fatal Chávez-Maduro. Una moneda se sostiene sobre la base del respaldo que tenga en reservas internacionales (los dólares y los euros principalmente, el oro monetario y los derechos especiales de giro del FMI), con las cuales debe tener cierta equivalencia. Cuando se emite dinero más allá de lo que las reservas permiten y, peor aún, si estas decrecen, el bolívar fuerte pasa a débil, el soberano a esclavo y el billete a inservible papel. El exceso de dinero emitido por el BCV para aumentar ficticiamente salarios y gasto público en general se traduce en pérdida de valor; así desapareció la hoy exmoneda venezolana.
  3. Tal es el caso del Banco Central. Otro espacio en el cual se ha procedido con la misma lógica es el de los militares. Maduro ascendió el 5 de julio pasado a 174 generales y almirantes para mantener una flota de oficiales generales que, para tener una referencia, duplica a la de Estados Unidos. Esos ascensos no responden a batallas ganadas al enemigo ni a méritos obtenidos en cursos, conducta militar, lealtad a la nación y logros profesionales. Las credenciales son las de la sumisión, el silencio y la militancia política con los rojos. Sin embargo, la conseja del fortín indica que unos cuantos de esos ascensos obedecen al deseo de aplacar malestares, murmuraciones y repugnancias generados por esa cosa maltrecha y putrefacta que llaman revolución.
  4. Con el concurso fogoso de los mandos militares se ha disuelto la nación: el territorio encogido, cedido en una parte importante a traficantes, guerrilleros, narcos y gobiernos tenebrosos; más de 20% de la población convertida en éxodo y las instituciones desintegradas, entre las que destacan la FAN, el BCV, Pdvsa, para señalar algunos casos significativos. Ese proceso ha implicado la necesaria disolución de la FAN como cuerpo piramidal, de valores patrios, en el cual la obediencia, la jerarquía, la disciplina son elementos esenciales. Hay una jefatura encabezada por Padrino López que designa generales en las REDI, las ZODI y las ADI, y en otras instancias superiores; pero de allí hacia abajo, la disolución y el bochinche.
  5. El matraqueo de soldados, guardias y policías no es un fenómeno extraño en los cuerpos militares y de seguridad sino la evidencia de que allá abajo, en sus sótanos, el cuerpo militar se disuelve en contubernio con la guerrilla y otras formas de delincuencia organizada. No en vano se convive con el diablo sin que les salga también el rabo de Satanás. Allí, confundidos, militares, soldados, policías, milicianos, guerrilleros, hampones “comunes” (es un decir: más comunes que otros), narcos y colaboradores cubanos, rusos, chinos o iraníes, han creado una estructura que es el verdadero poder en la marco de la desintegración nacional. El poder del Coqui y del Tren de Aragua no constituye anomalía sino expresión de la desintegración; son los bastiones de un nuevo orden: el poder emergente.
  6. No hay un poder que se desplace del ejército blanco al ejército rojo, del viejo sistema al nuevo sistema de ese esperpento que es el socialismo del siglo XXI. No; nada de eso. El viejo poder civil y militar, en el camino para el destino que estaba escrito en los libros, se dirigió adonde su naturaleza lo obliga: a ser un poder que de tanto imbricarse con la ilegalidad perdió su institucionalidad. El resultado práctico ha sido la distribución de territorios y el flujo del poder de aquí para allá. Como decía Mao, el poder está en la punta del fusil, el problema consiste en que el fusil está en manos del Coqui, del sargento Chacón, que es rico pero no de cuna sino de alcabala, y del camarada Juvenal, natural de Guanabacoa, La Habana.
  7. El tema del futuro es si se puede reconstruir la Fuerza Armada o hay que fundar otra Fuerza Armada. Su semillero está en los perseguidos y presos, en los que guardan silencio y rabia por lo que ven, en los llamados a converger con el mundo de la civilidad para la conquista de la libertad.

El Nacional

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