La carrera por la eventual vicepresidencia de Donald Trump en caso de que el exmandatario estadounidense gane las elecciones en noviembre ha acelerado su ritmo mientras el republicano se regodea con la incógnita y se ofrece al besamanos de un variado abanico de personalidades, de ultraconservadores a ultrarreligiosos.
Los mensajes de su equipo de campaña a los futuros electores son habituales y les ofrecen participar en ese juego: «¿Quién crees que elegiré? ¡Quiero que lo decidas! Lo vas a saber antes de las noticias falsas», dicen esos constantes correos electrónicos.
A la posible lista se acaba de sumar Nikki Haley, exembajadora de Estados Unidos ante la ONU durante parte de su mandato y la última precandidata republicana en desistir ante el tirón popular del expresidente.
El jueves, Haley anunció públicamente que iba a votar por él en noviembre, aunque le instó a no asumir que su propia base le iba a apoyar de forma automática, y Trump no tardó en devolverle el gesto dejando abierta la puerta a ser su número dos en caso de volver al poder.
El exmandatario afirmó que creía que Haley iba a estar en su equipo «de una manera u otra», y aunque el 11 de enero había dicho que no la tenía en consideración para el codiciado puesto esta vez esquivó la pregunta para hablar en su lugar de otros candidatos que en su opinión han hecho un «trabajo fantástico».
Entre ellos, la presidenta de la Conferencia Republicana, la legisladora Elise Stefanik, que ha dicho recibir como un honor que su nombre esté en esa quiniela y que, como reflejo del respaldo que le profesa, asegura que en caso de haber ocupado la vicepresidencia en 2020 ella no habría permitido que los resultados de los anteriores comicios se certificaran.
Desenlace en julio
La elección suele darse a conocer en fechas cercanas a las convenciones o directamente en esos encuentros que formalizan la nominación del candidato de ambos partidos.
El republicano la celebrará entre los próximos 15 y 18 de julio en Milwaukee, mientras que el demócrata la tiene programada del 19 al 22 de agosto en Chicago, aunque en ese caso ya está claro que el presidente, Joe Biden, opta por su actual segunda, Kamala Harris.
Había tanta certeza en el bando demócrata como incertidumbre al respecto en el conservador. Otro recién llegado a la contienda vicepresidencial es el legislador ultraconservador de Arkansas Tom Cotton, que en 2020 renovó su asiento en el Senado y de quien Trump alaba en privado sus dotes comunicadoras y su paso por el Ejército, que incluyó despliegues en Irak y Afganistán.
Pero en la ruleta de favoritos se mantienen tres compañeros de Cotton en la Cámara Alta: Marco Rubio de Florida, Tim Scott de Carolina del Sur y J.D. Vance de Ohio, además del gobernador de Dakota del Norte Doug Burgum.
De ellos, pocos le han mostrado más devoción que el senador afroamericano Scott, que admite ser profundamente religioso y ha sugerido que no cree en la separación entre Iglesia y Estado. «¡Te quiero!», le gritó en enero desde el escenario al que Trump subió para celebrar su victoria en las primarias republicanas de Nuevo Hampshire.
Rubio, hijo de inmigrantes cubanos y que ya aspiró a la Casa Blanca en 2016, nunca ha mostrado gran química con Trump, pero acercaría al exmandatario a una comunidad clave en estados bisagra.
En 2021, según el centro de investigación Pew, había en Estados Unidos 62,5 millones de latinos, el 19 % de la población total, y 36,2 millones podrán votar este año.
A su vez, los elogios de Trump hacia Vance son superlativos: califica al senador desde 2023 de verdadero luchador y de auténtica estrella, y su eventual elección llevaría a su lado a un firme defensor del cierre de la frontera con México y de la reducción del gasto público.
El exmandatario no tiene prisa: su agenda inmediata, más allá de su propia campaña, la ocupa su juicio penal en Nueva York por falsificación de registros comerciales, del que este martes comienzan los alegatos finales.
Con información de EFE
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