Jean Maninat: Candela, candela…

Algunos testimonios de los pirómanos que han sido capturados incendiando y saqueando Francia retratan la estulticia de sus propósitos, la falta de vínculo, no ya con los valores del país en el que nacieron -Francia-, sino con criterios básicos de la convivencia social. Una parte importante dice haberse dejado llevar por el momento, como conducidos por una mano invisible -no la del mercado- que los condujo a incendiar y a pillar automercados y tiendas, autos y alcaldías, edificios públicos y viviendas particulares de funcionarios electos. Por supuesto, no faltaron ni faltarán los analistas de toda laya que achacaron el vandalismo a la opresión de la prosperidad sobre sus víctimas de origen inmigrante.

Pero lo que llama la atención es el culto por la candela como arma emblemática, como seña de identidad de unos jóvenes a quienes se les “niega” presente y futuro. El malheur social los llevaría a la violencia en contra de su entorno, sus ciudades, como a las barras bravas del fútbol perder un juego les lleva a dañar los estadios de sus equipos rivales. La insubordinación es en contra de la propiedad del otro, y suele ser propiedad pública, de todos y no de una minoría opulenta. Esa minoría no se desplaza en metro ni deja sus coches parqueados en la calle, a la intemperie. La violencia justiciera ataca a sus hermanos de clase o sus primos desclasados en el lumpemproletariado que tanto crispaba a Marx. ¡La lucha es de clases, de pobres contra pobres!

Se ha hecho viral un video donde un religioso musulmán incita a la violencia, llama a una guerra santa para conquistar Europa y liberar de la perversión occidental a sus habitantes. No deja de ser inquietante por más caricaturesca que pueda parecer su intervención. Ya algunos autores han tratado el tema en obras distópicas como Sumisión (2015) de Michel Houellebecq que relata el triunfo de un partido islamista en unas imaginarias elecciones presidenciales en 2022, en Francia. (Sí, apuntó cerquita). O el panfleto filmado, Athena, (2022) de Romain Gravas, que parece un documental sobre lo que se está viviendo actualmente y que bien podría llevar el subtítulo, Instrucciones para incendiar una ciudad. (Está en Netflix, a plena luz del televisor y como prueba de la asfixia a la que somete la cultura dominante occidental a las obras alternativas que defienden a los desposeídos).

Resulta escandaloso la complicidad intelectual de la izquierda radical, siempre tan reveladora de su doble rasero a la hora de escoger la defensa de sus causas. El inefable Jean-Luc Mélechon fundador y jefe de La France Insoumise declaró, entre otras cosas, que: “Son los pobres los que se están levantando”. “Los ricos ya no quieren vivir con otros. Tienen sus barrios fortificados, sus medios de transporte, sus hospitales”. Tamaña irresponsabilidad, falta de toda honestidad intelectual, ha sido uno de los carburantes que ha impulsado el descrédito de la política y la democracia. Luego viene la “denuncia” de que la ultraderecha avanza y que hay que estar preparados para la confrontación final con los ricos. El guión se escribió hace un par de siglos.

¡Candela, candela, yo quiero candela!

@jeanmaninat

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