“Muchas buenas ideas pueden volverse malas, si se llevan al extremo. Y esto es cierto para el Liberalismo. La libertad de escoger que los liberales celebran, puede tornarse en una rígida ideología de libre mercado, que capacita a los ricos a concentrar poder económico, mientras los vulnerables son abandonados.” (David Brooks)
El principio rector del pensamiento liberal es la autonomía. Parece que frente a las posibilidades de emancipación y generación de riqueza que ésta ofrece, no existe principio contrapuesto. Esta idea que en sí misma posee un contenido valioso, tiene también unos límites que no siempre son bien reconocidos. Especialmente dentro de la cultura dominante. Con frecuencia olvidamos, que somos tan autónomos como dependientes. Posiblemente las mejores cosas de que disponemos, las hemos recibido. Recibido como dones.
Analizar las consecuencias de llevar la autonomía hasta el extremo, puede hacernos considerar múltiples realidades. Dentro de las más significativas se encuentran, aquellas que afectan la transmisión y protección de la vida. Necesariamente están relacionadas con la consideración de los más débiles. Cabe aquí recordar aquel principio de los estoicos después de conocer el cristianismo: “los miserables son cosa sagrada”. No hace falta ser demasiado avispado para caer en cuenta que, en el trasunto de la vida, miserables somos todos.
Nuestra dignidad no es un logro, es un don. Un regalo. David Brooks en el texto que citamos al principio, trata de mostrar las consecuencias que tiene olvidar semejante verdad. Un liberalismo de la autonomía “genera anti liberalismo, bajo el argumento que ser liberalmente autónomo es espiritualmente vacío y demasiado individualista”. Esa forma de interpretar la existencia, hace que las realidades más valiosas y sagradas, se vuelvan un simple objeto de intercambio.
Respeto a las libertades individuales, sin duda. Capacidad de elegir y emprender, muy bien. Protección de la propiedad y a la posibilidad de maximizar los beneficios, una gran expectativa. Asegurar condiciones de trabajo competitivo y justo, un buen deseo. Reconocimiento de la dignidad personal y su correspondiente libertad, totalmente de acuerdo. Sin embargo, cualquiera de estas ventajas de un sistema liberal, se queda sin fundamento en el momento en que se olvidan los dones. Ninguno de estos derechos puede asumirse como un logro individual. En el uso o abuso de la libertad. Es siempre algo recibido, al menos del esfuerzo de las generaciones que nos han precedido. Mejor agradecer.
“Un análisis materialista de costos y beneficios, para algunas personas, deja a un lado afirmaciones como que la vida es sagrada, y las cargas socioeconómicas pesan sobremanera en el balance (…) El liberalismo basado en la autonomía comienza con una convicción central: Yo me poseo a mí mismo. Yo soy una parte de la propiedad que me pertenece. Porque yo tengo derechos de propiedad sobre mí, yo puedo disponer de mi propiedad como me parezca mejor. Mi vida es un proyecto que yo estoy creando, y nadie más tiene derecho a decirme cómo construir mi única y sola vida” (David Brooks)
José Antonio Gámez E.
jagamez@gmail.com
@vida.vibra
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