Últimamente, las redes sociales en Venezuela se debaten entre quienes aseguran que la situación país ha empeorado y quienes sostienen que hay una notable mejoría en varios aspectos de la vida nacional, como la económica, el abastecimiento y hasta la seguridad pública. Como en toda discusión de redes sociales, hay argumentos en favor y en contra, pero sobre todo mucha posición pasional lejos de cualquier dato duro, pues los datos y estadísticas oficiales desaparecieron desde hace años en Venezuela.
Sabiendo esto, queda claro que no son precisamente los números los que apoyan mi opinión, son esencialmente testimonios y vivencias de personas que quizás no tengan la oportunidad de expresarse en Twitter, Facebook o cualquier otra plataforma en Internet. Es imposible negarlo, Venezuela no es la misma del 2017, un año particularmente difícil para los venezolanos, fundamentalmente por los niveles de abastecimiento y convulsión política que llevaron a millones de connacionales a dejar el país en busca de oportunidades.
Este cambio es el resultado de la comprensión por parte de la dictadura de que era imposible ganar estabilidad política sin calmar la cuestión social. Así fue como al control de precios y al estricto monopolio del Estado sobre las importaciones, le siguió una política de liberación de precios y aranceles que hicieron posible que los anaqueles, antes vacíos, se llenaran no solo de productos importados, sino de algunos productos nacionales que volvieron a ser vistos después de muchos años de ausencia, solo que esta vez ofrecidos en moneda extranjera. El dólar se instaló entonces como la moneda de circulación de facto, pues el régimen chavista también se dio cuenta que le salía más barato aceptar todo tipo de transacciones en la moneda “yankee” que imprimir bolívares, no solo por el costo de impresión, sino por el costo que significaba una mayor liquidez en un país con hiperinflación.
Este fenómeno comenzó en las grandes ciudades con los famosos bodegones y hoy se extendió hasta al pueblo más remoto de la Venezuela profunda, donde ahora todo se transa en dólares o en su equivalente en dólares. Obviamente sin demanda, ningún empresario se hubiese arriesgado a importar con sus dólares para que la mercancía les quedará fría en los anaqueles y esto fue posible gracias a que quienes durante años habían dejado la suela de sus zapatos en las calles pidiendo cambio, se concentraron en vivir y quienes se tuvieron que ir lejos, en ayudar a los suyos a sobrevivir. El intercambio doméstico, las remesas y hasta la urgencia de blanquear la plata robada, todo contribuyó a que la economía se comenzará a “mover”. El chavismo lo sabe, por eso ahora están tan interesados en que todo el que quiera mostrar lo que ellos llaman el “milagro económico” venga al país y será bienvenido y si tienen suerte, hasta se pueden hospedar en una suite en el Humboldt.
Lo que vive Venezuela hoy está lejos de ser un viraje ideológico, ni progreso duradero, se trata de pragmatismo puro y tiene como único objetivo la permanencia en el poder del chavismo y no el bienestar de los venezolanos. Pues si hablamos de bienestar, en contrapartida, son millones de venezolanos los que la pasan muy mal hoy, quizás peor que en 2017, pues que todo se transe en dólares no necesariamente quiere decir que todo el mundo pueda darse el lujo de pagar, aunque haya disponibilidad y productos de varias marcas. Las brechas sociales, esas contra las que llegó esta gente hace 20 años al poder, son ahora más que abismales y se marcan entre quienes tienen dólares y quienes ganan en bolívares. La verdad es que el progreso económico a largo plazo es un peligro para un régimen totalitario como el chavista, primero porque le genera competencia al Estado y sobre todo, crea ciudadanos independientes capaces de valerse por sí mismos.