El acontecer universitario es siempre de interés nacional por tratarse de los centros del saber, de la generación de conocimientos y de la formación de los profesionales que deberían conducir al país desde distintas profesiones y posiciones. Son harto conocidos los intentos de socavar la autonomía y la esencia universitaria, tan aborrecida por los cultores de la ignorancia y de la desinstitucionalización de esta era chavista, que tras repetidos fracasos de controlar tanto la UCV como las otras universidades autónomas, bien sea por la violencia como por el voto, optaron por su bárbara descapitalización y por la aprobación de la Ley Orgánica de Educación en 2008, cuyo demagógico y antiautonómico contenido hizo inaceptable la realización de elecciones decentes para el nombramiento de autoridades en las condiciones impuestas, generando una suerte de fosilización institucional.
De allí que haya pasado más de una década sin haber seleccionado autoridades, hasta que recientemente se aprobó un acuerdo transitorio mínimamente aceptable que regirá las elecciones de este 26 de mayo en la UCV, en las cuales se renovarán las autoridades rectorales y decanales, así como los organismos de cogobierno, en momentos en los que todas las universidades autónomas (no hablemos del horror de la educación básica), han sido castigadas desde todos los flancos, con la asfixia económica, la depauperación de su cuerpo docente y también del estudiantado, que han conducido a su mínimo su sistema funcional.
De esta manera, las autoridades que resulten electas tienen ante sí enormes desafíos no sólo provenientes de las consecuencias del cerco gubernamental sino también de las adversidades internas, una de ellas, despertar de la inercia y el sueño profundo en que ha sido sumergida la institución en los últimos años, y otra de la misma jerarquía, superar la trayectoria clientelar que se apoderó de la universidad desde mucho tiempo atrás, donde se mezclaron y por momentos se superpusieron compromisos gremiales por encima de los académicos. Se trata de recuperar el liderazgo académico que motive e incorpore a profesores y estudiantes en propuestas académicas modernizadoras.
No tengo dudas en afirmar que Víctor Rago es el candidato idóneo para asumir estos retos. Además de excelencia académica, posee una amplia experiencia en la gerencia universitaria como decano de Faces durante 2 períodos, experiencia que lejos de haber burocratizado su desempeño como suele suceder a quienes ejercen por largo tiempo un cargo, incentivó una permanente inquietud por la suerte de la UCV, que se mantuvo aún después de desempeñar cargos y regresó a su cátedra.
Deseo aclarar que el apoyo que brindo a Víctor Rago, no obedece a ningún interés ni compromiso grupal, se sustenta en el conocimiento directo que tengo de su interés y aporte no sólo en su Facultad, sino en el Consejo Universitario, espacio que compartimos durante algunos años, en el cual su participación trascendió del interés decanal de los recursos para su Facultad, a valiosos y comprometidos aportes relacionados con la situación universitaria y nacional. También en algunas oportunidades posteriores al ejercicio de su decanato y mi vida activa en la UCV mantuvimos conversaciones sobre la problemática universitaria en las cuales mostró su lúcida concepción de lo que debe ser el devenir universitario.
Con lo antes dicho quiero resaltar que mi apoyo a Víctor Rago para rector está solo motivado por mi pasión ucevista. En la UCV me gradué, fui profesora y también fui miembro de distintos organismos de cogobierno desde mis tiempos de estudiante y aunque soy profesora jubilada no me es indiferente su destino
El voto es un derecho, pero también un privilegio sobre el cual se debe reflexionar antes de ejercerlo, renovar las autoridades no es sólo sustituirlas, no es momento de improvisaciones ni de concesiones, sino de elegir para los cargos de dirección universitaria a aquellos que le puedan devolver el alma.
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