Conforme al artículo 227 de la Constitución venezolana, para ser presidente de la república solo se requieren como requisitos, ser venezolano por nacimiento y no tener otra nacionalidad; ser mayor de 30 años y estar en estado seglar; no estar condenado mediante sentencia definitivamente firme y finalmente cumplir con los demás requisitos previstos en dicha carta. Bajo ese supuesto, todos los que cumplen esas condiciones pueden optar a dicha posición.
En Venezuela, en el presente siglo, se han desarrollado dos experiencias de participación popular para elegir un candidato presidencial. El 2010, en comicios internos fue elegido Henrique Capriles y este pasado 2023 lo fue María Corina Machado. Ese mecanismo de selección es, nadie lo dude, el más democrático de todos y el que le resta a cualquier otro aspirante que por un tamiz como ese no hubiere pasado, bastante representatividad.
Ocurre sin embargo que, hasta este momento, la posición de quien ejerce el poder es no permitir la inscripción ante el Consejo Nacional Electoral de la candidata elegida para que la misma pueda competir en la elección presidencial, tal como hasta la fecha, lo han anunciado distintos factores oficiales. De materializarse esa decisión, sin duda que al sector que por la misma votó y en particular a élla, se le planteará una disyuntiva, seguir hasta el final o en su defecto, tratar de aplicar uno de los siete principios del liderazgo de Martin Luther King, aquél atinente al consenso.
Si se trata de llegar al final, hay en ese sentido dos posibilidades, por una parte abstenerse de participar y por la otra, liderar una participación ordenada.
Respecto del primer escenario, las consecuencias a la vista están y los habitantes del país y los venezolanos que afuera están, sufren las mismas, por lo que no vale la pena extenderse en ellas. Ese no es el caso de la segunda, lo que obligaría a buscar un candidato sustituto y allí entra el citado reverendo americano. Para este, un verdadero líder no es un buscador de consenso sino un moldeador de aquél.
Para que se pueda moldear un consenso, es menester que alguien con auctoritas proponga el mismo –y nadie mejor para ello que quien resultó ganadora de una elección multitudinaria y puede ser impedida de competir-. En función de ello creo que, aun antes de materializarse la anunciada decisión gubernamental, la oportunidad es idónea, no solo para que María Corina Machado formalice esa propuesta sino también guiar efectivamente la misma y así dar pasos firmes hacia la solución de la crisis política pues ello permitirá dilucidar, finalmente y sin duda alguna, la posición de todos los actores.
Bajo ese supuesto, partiendo de la condición de que, en un gobierno autoritario todo es posible menos el cabal cumplimiento de la ley, María Corina Machado pudiere proponerle a todos los factores que se dicen opositores, sin ningún tipo de exclusión, incluyendo allí partidos políticos, organizaciones sociales e individualidades prestantes, la selección de un candidato unitario. Tendría ella el aval, para hacer esa propuesta, de ser la única elegida para competir por el voto ciudadano para inscribirse como candidata y adicionalmente, la única que ha manifestado decisión de aspirar a quien se le ha anunciado que no se le permitirá postularse. Bajo esa circunstancia, en el sentido literal de las palabras así como en el específicamente en el expresado por el reverendo King, actuaría ella como moldeadora del consenso.
Así, con la autoridad moral que deviene de los votos que la respaldan, propondría ella a todos, literalmente, a todos los que se afirman ser opositores al señor Maduro, renunciar a sus aspiraciones y convenir en elegir al tercero que los habrá de representar en la contienda presidencial pues obviamente, en la actual circunstancia, vale decir, la multiplicidad de aspirantes seleccionados internamente por sus partidos, ninguno tiene motivos ni argumentos para ceder su aspiración en beneficio de otro elegido de similar manera.
Seguramente la propuesta que esbozo será considerada como utópica y es posible, como también lo es que se espere de quienes gobiernan Venezuela –y así se lo exigen- el estricto cumplimiento por parte de ellos de la ley, al igual que condiciones prístinas –casi suecas- para la realización del evento electoral. Lo cierto es que es mucho más factible que un demócrata adopte decisiones que faciliten un cambio en el país, a que lo haga un autócrata. Bajo esos parámetros, no habría motivos para rechazar la propuesta que presento, pues la misma proviene de quien está legitimada a aspirar por los votos ciudadanos y no por decisiones partidistas o unipersonales.
Quienes me conocen bien, saben que en el pasado he sido reacio al consenso y están en lo cierto. Lo he sido porque el mismo se utilizó como mecanismo para evadir el libre ejercicio democrático. Ahora, a diferencia de antaño, reitero, si se materializa la decisión gubernamental de impedir esa candidatura, no me quedan dudas de que es el medio adecuado en función de las circunstancias.
Si la decisión de María Corina Machado, que solo a élla compete, fuere la de conducir el cambio político que se requiere a través del voto, la construcción de esa salida debe adelantarse, en el entendido que de poco valdría que ella implicare simplemente ceder su puesto a otro que represente solo al sector que por ella votó, pues los demás factores políticos que afirman ser opositores y que aspiraciones tienen, no se sentirán representados por la misma y bajo esos supuestos, sin conversaciones previas, no cejarán en su empeño de competir y en la actual circunstancia del país, cualquier voto que se reste a la candidatura mejor apreciada por los ciudadanos, es un voto que suma a quien gobierna.
Pudiere arguirse que la idea que presento es irrealizable en virtud de la duplicidad partidaria existente pues hay organizaciones políticas intervenidas judicialmente. A ello respondo que hay diferencias cuya solución puede diferirse convencionalmente, cuando existe un interés superior de por medio. Si ello no es posible, también a través de esa via, se dilucidará la posición de cada quien respecto de la crisis nacional.
Si repasamos el principio de esta columna, recordaremos los requisitos constitucionales para ser presidente de Venezuela. Bajo esos parámetros, todos los que los cumplan tienen derecho a ocupar esa posición, independientemente de la forma y manera como se acceda a la condición de candidato para llegar a la misma. De allí que, argüir que se aspira con vista al respaldo de millones de personas, no implica necesariamente demeritar del hecho que, un grupo más pequeño, decida presentar a otra que a su juicio, reúne las condiciones normativas establecidas. En todo caso, si la propuesta proviene de ella y otros la rechazan, quedará en evidencia quien verdaderamente comparte con muchos el deseo de rescatar la democracia y la libertad del país.
La vida pone a algunas personas en el entrevero de continuar su vida normal o elevarse según las circunstancias. Lo que todos los involucrados en la carrera presidencial venezolana 2024 -que se afirman opositores a la gestión gubernamental- hagan en función de los intereses del país y no los suyos políticos o personales, definirá a cual tipo cada uno pertenece.
Gonzalo Oliveros Navarro
@barraplural
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