28 de septiembre de 2024 4:32 AM

Asesino de dos adolescentes en Táchira asistió a sus velorios y entierros

El cinismo de J. J. Rengifo López, el sujeto detenido como presunto autor de las muertes de dos adolescentes, ocurridas el 26 de abril,  en el sector La Azulita, Recta de Ayarí, municipio Monseñor Alejandro Fernández Feo, quedó al descubierto con el comportamiento asumido por el sujeto, que en un intento por evitar ser considerado sospechoso, se mostró colaborador  y al mismo tiempo intentaba confundir el accionar de las autoridades encargadas de las investigaciones, que fueron desarrolladas de manera magistral por detectives del Eje Contra Homicidios del Cicpc Táchira, quienes 17 días después lograron aclarar un caso cuya investigación desde un primer momento aparecía como complicada.

Por: El Espectador de Caracas con información de La Nación

Doble asesinato

Ese 26 de abril ocurrió un hecho que consternó a las comunidades de la zona sur del estado Táchira y movilizó a las autoridades policiales, luego que fueran advertidos que en vía pública, frente a la bodega ubicada en el sector Los Cruceros, se encontraban los cuerpos sin vida de dos adolescentes, con heridas de arma blanca. Ambos eran habitantes de la zona y estudiaban quinto año de bachillerato en la escuela de Ayarí.

Las autoridades identificaron a los fallecidos como Karla Luzbey Sánchez R., de 16 años de edad, estudiante, y su amiguito y compañero de estudios, Énder Alexánder Castillo Prieto, de 15 años. Ambos presentaban múltiples heridas con arma blanca. La muchacha sufrió tres heridas, en tanto que en el joven se localizaron 34, lo que era una muestra del ensañamiento con que fue atacado.

Cuando los detectives del Eje Contra Homicidios llegaron al lugar, se encontraron con una situación de gran consternación por parte de los familiares de los adolescentes.

La madre de la menor dijo que cuando llegaba a su casa observó un cuerpo en el piso y a un hombre que corría hacia la zona boscosa, y que al adelantar algunos metros, se percató que se trataba de su hija. Un poco más allá estaba el cuerpo de Castillo Prieto.

La mujer comenzó a gritar en solicitud de auxilio y entre las primeras personas que acudieron en su ayuda estaba su vecino, Juan Rengifo, que en medio de exclamaciones se abalanzó sobre el cuerpo de la joven, a quien le aplicó maniobras de reanimación, sin éxito alguno. Juan dijo que no había logrado reanimar a la muchacha, pese a sus esfuerzos, y seguidamente se abocó a consolar a los atribulados familiares.

Cuando se hicieron presentes los detectives del Cicpc, el hombre fue el primero en recibirlos y les explicó algunos detalles que había oído sobre el crimen. Se puso a la orden para colaborar con las investigaciones. A manera de colaboración, ayudó a los investigadores a trasladar los cuerpos a la unidad-furgoneta del Cicpc.

Investigación complicada

Desde un primer momento, las investigaciones fueron complicadas. Primero, por la falta de pistas reales y los imprecisos detalles aportados por los testigos. Solo existía un hecho cierto, la versión de la madre de la menor, que había visto a un hombre correr e internarse en la zona de vegetación, pero no existían otros detalles, ni la menor característica.

Debido a la gravedad del hecho y la consternación que había causado, el mismo director del Cicpc en el estado Táchira, comisario Wílmer Uribe Guerrero, se puso al frente de las pesquisas, junto al comisario Carlos Rodríguez, supervisor de delegación, y los inspectores Danny Abreu y Freddy Ramírez, jefes del Eje Contra Homicidios. Veinte funcionarios fueron sumados al equipo que se trasladó al lugar para desarrollar su trabajo.

Ante la inconsistencia de los testimonios aportados por los testigos, se procedió a conversar de nuevo con ellos y estos admitieron que en realidad no sabían, ni habían visto nada, y que tan solo contaron lo que habían escuchado en la calle. Poco a poco se fueron desechando testimonios, hasta que solo quedó la versión de la madre de la adolescente, quien vio a un hombre correr.

Los detectives fueron al sitio señalado y a través de la maleza encontraron rastros que no habían visto antes. Estos pasaban por un sendero, rodeaban una vivienda y conducían a una casa vecina.

Esa casa era la residencia de Juan Rengifo, el vecino colaborador, que cuando llegaba la policía era el primero en presentarse para cooperar con las comisiones.

Desde esa casa se llegaba a la residencia de la muchacha y a la bodega “Los Cruceros”, cerca de donde ocurrieron los acontecimientos. Pese a los esfuerzos policiales, la investigación no avanzaba, parecía estar en una calle sin salida y no había nada concreto. Varias personas fueron retenidas y trasladadas a la sede del Cicpc para ser entrevistada, entre ellas un adolescente de la misma zona que mantenía una relación amorosa con la chica, de reciente data. Todos ellos fueron desechados como sospechosos, y el proceso de investigación permanecía en cero.

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