Podría pensarse, incluso temerse, a juzgar por riesgosos populistas como López Obrador en México, el autócrata de Venezuela, los tiranos de Cuba y Nicaragua, el ineficiente maestro peruano, los corruptos nada solucionadores de Fernández y Kirchner en Argentina. La siniestra perspectiva del limitado prometedor de ilusiones desgastadas de Boric en Chile, la perniciosa figura del regreso de Lula en Brasil y el oscuro temor de un exguerrillero, castro-madurista Petro en Colombia, acompañado de Piedad Córdoba. No les extrañe en ese caso un Saab o relacionado como embajador de Colombia en Venezuela o viceversa.
El conflicto venezolano es crisis regional latinoamericana y mundial debido al protagonismo de Estados Unidos, Colombia, Brasil, Unión Europea, Rusia, Turquía, Irán y China. Venezuela se juega su futuro y equilibrio de América Latina. Se ha convertido en el epicentro de la política internacional debido a su dificultad política e institucional, ruptura de valores democráticos, violaciones a los Derechos Humanos, colapso económico, y descalabro social, moral, ético, político; la salida de seis millones de emigrantes y la averiguación por parte de la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad. Lo que pone a prueba el liderazgo hemisférico y mundial.
Pero los riesgos también pueden verse de otra manera. El izquierdismo en general, y el comunismo en particular, son populistas, farsantes insistentes, hipócritas, charlatanes y mentirosos patológicos. En la Rusia zarista prometieron igualdad y paraíso para los trabajadores; una dictadura emocional que terminó en el exterminio de campesinos ricos y pobres por igual, además de la brutal dominación policial.
En China aseguraron promoción social, mejoría económica de miserables y siempre explotados pueblerinos rurales; pero los llevaron a una sangrienta guerra, después a décadas de sometimiento y control tiránico. En Cuba, Fidel y sus bandidos prometieron liberación, paridad y bienestar a negros y obreros, que con los castristas pasaron del absolutismo con emprendimiento y trabajo, a una tiranía feroz que ha reprimido y empobrecido durante 63 años.
Diversos dictadores reprimieron en nombre de Moscú a los países de la Europa del Este hasta que la desgracia, indigencia y cansancio ciudadano derribó al Muro de Berlín, y aún continúan arbitrarios autócratas represores en países que no son parte de la Unión Soviética pero siguen siendo comunistas, como Bielorrusia y otros en el vientre profundo e ignorado de las entrañas entre Europa y Asia. Palestina e Irán son mezcla de comunismo con religión y opresión, sojuzga pueblos a una dictadura más grosera, la religiosa.
En América Latina las historias lucen similares. López Obrador prometiendo justicia y maravillas a los mexicanos que hoy, con él, están peor aunque mantengan rasgos democráticos. En Nicaragua y Argentina enarbolan un comunismo de conveniencia, sin dudar, como Ortega, en robar a la China democrática de Taiwan para entregar lo robado a la comunista continental, que esclaviza a su pueblo e impulsa su desarrollo con base en la participación obligatoria, gobierno y condiciones laborales vergonzosas, humillantes, que extranjeros aprovechan para ganancias.
En Perú, Castillo proclamó revolución para campesinos, indígenas y necesitados, lo único que ha hecho es equivocarse, payasear y perder popularidad. En Chile, sorprende y llega al poder un joven gruñón, de escasa formación, sin conocimiento de realidades ni un plan realista de gobierno. Más pronto que tarde los exaltados e ilusos que lo eligieron, lo detestarán. Puede que se convierta en el Allende de estos tiempos, con la diferencia de que era valiente y gran cultura, aunque débil con sus colaboradores comunistas.
En Colombia crece la preocupación, la sombra amenazante de un comunista, relevo de gerentes mediocres como Duque, traidores codiciosos como Santos, caudillos duros y exitosos como Álvaro Uribe. Pero con esperanza, allá se amontonan millones de venezolanos que pueden contar a los colombianos cómo son los cumplimientos de ofertas comunistas, las han padecido en Venezuela y por ese fracaso están allá.
La realidad de frustraciones y desengaños anima a pensar que una América comunizada puede ser gestora de una conservadora, a pesar de las somnolientas necedades de Joe Biden. Para regresar al estilo Trump y a la enérgica prudencia republicana. Es difícil saber si en Brasil, sea cual sea la gestión de Bolsonaro, quieren regresar al ladronismo de la izquierda populista. Cualquier cosa puede pasar, aunque probable un socialismo con alardes laboristas, que una tiranía comunista.
Sin embargo, hay que alertar para la diplomacia el camino menos riesgoso es parecido al que se toma con un enfermo infectado y contagioso: aislarlo, dejarlo que muera y después incinerarlo. El coronavirus nos los ha enseñado con crudeza.
@ArmandoMartini