En Venezuela es costumbre y tradición celebrar los carnavales. Sin la grandiosidad y esplendor de Venecia o Brasil. Sin embargo, son fiestas carnestolendas de reinas, desfiles, carrozas, máscaras, disfraces, comparsa, papelillo y júbilo. Grandes orquestas en centros elegantes, la esplendidez popular en barriadas, en todos, la riqueza de sonrisas y picardía entre la lujuriosa travesura de las populares “negritas” seductoras, y el baile de máscaras, causante de inconvenientes, despecho y embarazo.
@ArmandoMartini / El Nacional
¡En el Ávila es la cosa!, pachanga en Casablanca, baile en el Club Paraíso y hotel Tamanaco en la Caracas optimista, sonriente, alegre. Bailarines, parranderos rebosantes de dicha y gozo. Templete en Carúpano y El Callao que alumbraron noches de plaza, divirtiendo días para residentes y visitantes. ¡Aquí es, aquí es! gritaban niños al paso de las fascinantes, emperifolladas y decoradas carrozas para recibir los caramelos que lanzaban las soberanas de parroquias e instituciones, y cortesanos preparando la elección final de la Reina del Carnaval entre majestades participantes.
Pero cambió, ahora el Carnaval es permanente, no de disfraces ni máscaras, sino de antifaces, aparatajes, manipulación y engaño en el empeño de un régimen castrista, dictatorial y violador de los derechos humanos, que ha dejado de lado ideología propuesta, obras desamparadas, se ha burlado, traicionado y descuidado a la ciudadanía, para encubrirse de popular y democrático, gobierno del pueblo, con él y para él.
Políticos se disfrazan de populares. Militares de héroes combatientes desplegando medallas inmerecidas en el pecho uniformado en busca del prestigio perdido. Impúdicos, deshonestos e indecentes de buenos ciudadanos. Opositores de luchadores por la libertad y democracia. Burócratas, enchufados, amigos y favorecidos de rectos progresistas. La Venezuela del siglo XXI, socialista y bolivariana se ha convertido en una nación donde la reina del Carnaval es la miseria y pobreza; la fiesta, una revolución encubierta de constructora que ha destruido y arruinado.
Llegamos a otro deprimente Carnaval mentiroso, mascarada incompetente, frustrante, bailoteo de caretas y gamboxes que se disgregan. Invasores asaltantes no vencedores sino invitados para ocupar. Nación con maquillaje de excéntrico payaso y necio bufón que no hacen reír, con una danza de muertos, torturados, heridos, enfermos, delincuentes ricos, ciudadanos miserables e indigentes.
La revolución chavista, castro-madurista represora, militarizada y corrompida, continúa festejando su comparsa indigna y patrañera; celebración de la vergüenza, descrédito moral y ético; del proceder atropellado, mórbido, mortecino como la Constitución democrática que chavistas echaron a la basura a cambio de un régimen que baila repleto de escombros, saltando de ruina en ruina, de bolsas de porquería, asegurando “potencia” a un país que sucumbe a la apetencia y agoniza por hambruna, sin alternativa, huye de la desgracia e infortunio y escapa de la opresión, maltrato, tormento y humillación.
Veintitrés años de un Carnaval artificial, quimérico, adulterado e inventado, que en vez de risas y sonrisas de esperanza, produce náuseas y tristeza, oculto con el mismo color rojo de la ideología ilusoria, aparente, engañosa, de exiliados y presos políticos de conciencia, muerte y torturados. Fiestas carnestolendas sin reinas ni carrozas, caramelos ni papelillo, que nos deja sin ánimo, sin patria, pero, con el anhelo de libertad que aún sigue, hoy enmascarada con tapabocas.