Armando Martini Pietri: Aceptando legitimidades que negamos

La legitimidad en Venezuela sufre una profunda crisis. No es que haya desaparecido, pero su estado es crítico, muy precario y existe el inminente peligro de que la ilegitimidad sea consentida y aceptada como inevitable; o se llegue al convencimiento absurdo de que no tiene importancia, y se desvanezcan las nociones legitimidad e ilegitimidad.

Es lo que va a suceder cuando la plétora de “políticos” y excesivos politiqueros de partidos opositores oficialistas convaliden la procacidad votante, presentando aspirantes suplicantes en las elecciones adjudicatarias, cuando los alacranes escudriñen hambrientos el donativo en la charca descompuesta de las inservibles alcaldías, concejalías, gobernaciones y diputaciones a las asambleas legislativas estadales.

Reconocerán como legítimo, de pleno poder constitucional al espurio Consejo Nacional Electoral, cuya designación de sus integrantes es producto de un pacto oscuro, secreto y entre socios de poco lustre. Quienes lo acepten como genuino estarán avalando, acreditando como legítima a la engañosa y no reconocida Asamblea Nacional, a la cual se oponen denunciándola como bribona por haber sido escogida de manera irregular por el castro-madurismo y socios cómplices. Sin embargo, esa fue la que distinguió de legalidad al nuevo Poder Electoral. Si ese Legislativo es fidedigno, sin cuestionamiento, ¿cómo refrendar de sofistico, petate y usurpador al presidente constitucional de Venezuela y comandante de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana?

Cadena inevitable de legitimaciones para que fulano, mengano, perencejo, puedan disputar la donación limosnera y subvencionada del obsequio burocrático castrista, o la humillante dádiva madurista del protectorado posterior. Certificaciones, sin argumentos convincentes ni fundamento válido categórico a una oposición patronal, resignada, dócil y cohabitadora. Porque si los poderes Electoral, Legislativo, Ejecutivo son reafirmados –y tras ellos el extenso vinculo de funcionarios, incompetentes y en general corruptos–, ¿cuál es la legalidad, legitimidad del interinato y su autoprorrogada Asamblea Nacional 2015?

Pese a las intenciones y esfuerzos, es inevitable: en algún momento de nuestra vida equivocarnos. Los desaciertos pueden ser difíciles de asimilar, y más veces de lo deseable, nos rehusamos a admitirlos, en vez de asumirlos. Si es evidente para todos que se han cometido errores, ser obstinado le muestra al ciudadano debilidad de carácter, en vez de fortaleza. La situación no es sencilla ni de simple sentido común, ¿cómo van a interpretar los gobiernos libres, democráticos que confiaron en los argumentos que aseguraban ser dueños de la legitimidad, y hoy, reconocen la legalidad no tan incuestionable del interino, y la ilegitimidad no tan presunta del usurpador?

La estulticia –y ciertamente es un gobierno estulto– no es causa de ilegitimidad. No pueden ser genuinos los futuros administradores regionales, si el potingue del CNE que organiza “elecciones” en las cuales serán adjudicados los beneficiarios del donativo nauseabundo, es ilegítimo, porque si ellos son ratificados como auténticos, quien los proclamó como ganadores es acreditado legítimo, tanto como la Asamblea Nacional que lo eligió.

Sentirse poderoso puede ser beneficioso en corto tiempo, pero a la larga existen consecuencias. Negarnos a pedir disculpas podría poner en riesgo la confianza en que se basa una relación, esto prolongaría desacuerdos, atropellos y represalias. El interinato perdió autoridad, malbarató la cordialidad y compañerismo ciudadano, puso en riesgo su cuestionada legitimidad.

Corrupción, dilapidación de dineros públicos, insolencia, altanería de negarse a rendir cuenta y demás variedades de vagabunderías son causa de procesos legales, pero no inconstitucionalizan a gobernantes y funcionarios; sirven para demandarlos, enjuiciarlos e incluso condenarlos, y en tales casos son sentencias de tribunales legítimamente constituidos quienes los ilegalizan, no los poderes públicos constitucionales en los cuales se basan.

Es evidente, se han cometido errores, pero ser obstinado le muestra a la ciudadanía debilidad de carácter, en vez de fortaleza. Cuando el interinato se rehúsa a admitir sus faltas, está menos dispuesto a recibir críticas, que pudieran ayudarle a perfeccionar habilidades, rectificar procedimientos y malos hábitos para mejorar. La ruptura, aunque tarde, con el retorcido G4, que tanto daño ha causado, le beneficiaría enormemente. Rasgos de honestidad y humildad nos hacen más humanos, por tanto, más cercanos. Si no hay duda de que hemos cometido una injusticia, un traspié, un error, negarnos a disculparnos indica falta de confianza en nosotros mismos.

Es un juego de contrasentidos que constitucionalistas objetivos deben esclarecer y precisar; porque en búsqueda de la legitimidad extraviada en esta Venezuela estamos confusos. ¿Quién y por qué es legítimo y quién no?

@ArmandoMartini

El Nacional

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