Cuantos más esfuerzos hace el presidente Biden por congraciarse con Arabia Saudí -al que durante su campaña electoral había llegado a calificar en 2018 de «régimen paria»- más desplantes recibe por parte del hombre fuerte del régimen autoritario, el príncipe heredero Mohamed Bin Salman. El penúltimo ha sido la decisión de la OPEP, el club de los principales países petroleros que comanda el régimen de Riad, de reducir drásticamente su producción de crudo para evitar una caída del precio del barril en los mercados internacionales.
El Espectador de Caracas / ABC
La petición de la Casa Blanca a los saudíes para que aumentaran su producción buscaba un doble objetivo: reducir los ingresos por el petróleo de Moscú, con los que este financia la guerra en Ucrania; y paliar con el petróleo la escasez de gas y el aumento de su precio debido al chantaje a Occidente que planea el presidente Putin para este invierno.
Ninguna de estas razones ha movido a compasión a los saudíes, que han seguido los intereses de Rusia, o más bien sus propios intereses económicos, en la cumbre de la OPEP en Viena, la primera presencial de esa organización después de la pandemia.
La respuesta de Arabia Saudí es una bofetada a los esfuerzos de Joe Biden por adular al príncipe heredero, al que visitó en Riad el pasado mes de julio para pedirle personalmente que aumentara la producción de petróleo. A cambio, el presidente de EE.UU. pasó por alto sus críticas previas a Bin Salman, a quien la propia CIA hizo responsable del brutal asesinato del periodista disidente Kashoggi en 2018.
La Casa Blanca anunció que Riad se había comprometido a aumentar su producción petrolera en 750.000 barriles al día, y contaba con que a continuación Emiratos Árabes Unidos subiría la suya otros 500.000 barriles. El efecto de este incremento sería una bajada del precio del gas, y un revés a los ingresos energéticos de Putin, con los que financia la guerra en Ucrania.
El miércoles, la OPEP consideró que, con ese aumento, el precio del barril de petróleo caería de los 120 dólares a los 80, y estuvo de acuerdo no solo en evitar un aumento de la producción sino incluso en aprobar una reducción del 2 por ciento para mantener alto el precio. Rusia, segundo país de la OPEP, e Irán, que ha cerrado filas con Moscú (le vende drones para la guerra), aplaudieron la decisión de Arabia Saudí de respaldar la bajada. Riad justifica la ruptura de su acuerdo verbal con Biden en razones «no personales»: el régimen de los Saud considera que una reducción de sus ingresos petroleros dañaría sus finanzas y podría romper la paz social. Gran parte de la ciudadanía saudí vive de los subsidios públicos que genera el petróleo.
La estrategia de Biden de no criticar a Riad por sus abusos contra los derechos humanos para obtener réditos económicos podría pasarle pronto factura en las elecciones de mitad de mandato, pero sobre todo debilita el papel de Estados Unidos en Oriente Próximo. La debilidad de la Administración demócrata inclina cada vez más a la monarquía absoluta saudí a cambiar el patrocinio histórico norteamericano por el de Rusia e Irán, que comparten además con Riad el interés por mantener la dependencia mundial del petróleo.
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