El pasado domingo 7 del mes en curso asumió la presidencia de Colombia el economista Gustavo Petro, lo que vino a constituir el retorno del Libertador Simón Bolívar, exactamente cuando se estaban cumpliendo 203 años de la batalla de Boyacá, con la cual le llevó la independencia a la Nueva Granada que vino a ser el centro de la Gran Colombia.
Transcurridos 11 años y 4 meses, Bolívar emite su última proclama dirigida a los colombianos, antes de fallecer el 17 de diciembre de 1830.
Veamos esa proclama del Libertador:
“Colombianos: habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aún mi tranquilidad.
Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiabais de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores que me han conducido a la puerta del sepulcro. Yo los perdono.
Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia.
Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales.
¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión yo bajaré tranquilo al sepulcro.
Hacienda de San Pedro (Alejandrino) en Santa Marta, el 10 de diciembre de 1830. Simón Bolívar”.
Fue fabuloso este pensamiento emitido por Simón Bolívar, dirigido a los colombianos que en la actualidad tienen al frente el mando gubernamental y que han ordenado poner la espada de aquel inmenso ser que, no obstante haber venido al mundo en cuna de oro en una casa situada en pleno centro de Caracas, y que fue a morir en la casa de un español, don Joaquín de Mier, quien le tuvo más compasión que aquellos a quienes les dio la independencia después de 14 años de lucha. Igualmente, tuvo a su lado varios patriotas, su noble esclavo José Palacios y el médico que lo atendió en sus últimos días, Alejandro Próspero Reverand.