Sobrevivir. Esa es la tarea del día a día. Resistir en medio de esa vorágine que ataca a cada instante a los ciudadanos de un país atrapado en una catástrofe en todos los órdenes. Amanecer vivo después de salir a las calles, transitar una carretera o aun permaneciendo dentro de tu propio recinto en el que subsistes. Ese es el desafío cotidiano. Salvarte del atraco, del secuestro o de la matraca policial. Para eso hay que desarrollar destrezas y eso es lo que sin lugar a dudas viene aquilatando el venezolano de a pie a lo largo de estas décadas de penurias.
Sacar cuentas. Esa es otra disciplina para la que afinan las matemáticas las mujeres y los hombres de un país llamado Venezuela en el que se acuestan con un tipo de cambio y se levantan con guarismos diferentes. Nadie sabe cual es la moneda que impera en esa aurora en la que los puede sorprender la noticia de que el signo monetario mutó de nombre o le afeitaron unos cuantos ceros. La volatilidad es lo que reina. Nada es seguro, ni confiable y por lo tanto la incertidumbre guía los pasos de cada tenedor de monedas devaluadas y acribilladas por una inflación que no para.
¡Sálvese quien pueda! Ese es el grito de guerra en una sociedad trastocada. No hay valores firmes, ni sentimientos de solidaridad. Están los que especulan con los cambios de unos bolívares a dólar o a peso colombiano. O los que se entrenaron como bachaqueros para sacar réditos a cosa de las urgencias de miles. El daño moral es insondable. Ya son millones de hogares en los que esperan la llegada de las remesas. Mientras tanto de los círculos muy reducidos con holgados privilegios es de donde sale esa falsa conseja de que ¡Venezuela se arregló!
Los intereses de cada país copan las agendas gubernamentales de cada mandatario. Por eso se hace muy cierta esa máxima de que “las oportunidades las pintan calvas”. Los venezolanos llegamos a sumar el respaldo firme de 60 gobiernos del mundo libre. Ese ciclo ahora se va estrechando. La guerra de Ucrania con sus efectos económicos, financieros e inflacionarios han impuesto una nueva relación que nos deja con pocos espacios en esos portafolios de los inquilinos de los centros de poder. Las empresas petroleras están en procura de resolver sus acreencias, no importa si esos cobros mezclan el rojo de la sangre con el típico negro del crudo. Se ve clara la cola del diablo en esos diálogos en los que se habla de levantar sanciones para realizar negocios sin asegurar la libertad de un pueblo sometido a los mas horrendos crimines.
En la llamada dirigencia opositora va ganando terreno el frenesí electoralista. Un absurdo proceder que propone un orden de realizar primarias sin unidad lo cual es un elemento letal para la poca fuerza que acumulan todos esos eventuales aspirantes. Lo lógico sería, primero, resolver esa baraúnda para consolidar un eje conductual con una estrategia compartida sin remilgo alguno. Esa es la propuesta de María Corina. Segundo, redactar una agenda que contemple un Pacto de Estado que se firme sin miramientos, con un punto inicial que apunte a establecer un gobierno de transición con integración pluralista que se ocupe de limpiar el terreno para que renazca la República y sus instituciones. Un punto ineludible es el compromiso de proseguir respaldando las investigaciones de la Corte Penal Internacional. La crisis de Venezuela se resolverá si se hace justicia. No bastara con buscar finanzas para levantar la economía ni reconstruir la infraestructura. La paz será un bien esencial y esa atmosfera de convivencia solo será posible lograrla si se restablece la legalidad.
@alcaldeledezma