Antonio Guevara: Koki, entre el principito y el príncipe

«Pero el principito, que ya había terminado los preparativos del viaje, no quiso disgustar al viejo monarca y dijo: –Si Vuestra Majestad deseara ser obedecido puntualmente, podría dar una orden razonable. Podría ordenarme, por ejemplo, partir antes de un minuto. Me parece que las condiciones son bastante favorables… Como el rey no respondiera nada, el principito, prosiguió su viaje. –¡Entonces te nombro mi embajador! –se apresuró a gritar el rey. Tenía un aire de gran autoridad. «Las personas mayores son muy extrañas», se decía a sí mismo el principito durante el viaje.»

El párrafo anterior es un pasaje tierno de un libro tierno. Como todo el desarrollo del libro de Antoine de Saint-Exupery. Es un texto que hay que leer para la vida.

Lo que está reeditándose en materia de violencia en la capital de la república, específicamente en La Vega y zonas aledañas, con el líder de una de las megabandas citadinas más poderosas, no es tierno. Ni casual. Es un diseño político del régimen con objetivos específicos que involucra a actores internacionales y nacionales. Los foráneos están plenamente identificados Rusia, China, Irán, Turquía, Cuba, Nicaragua, el terrorismo internacional y las guerrillas colombianas. Y un enemigo externo con el que hacen yunta para enfrentarlo, el imperio norteamericano. Los del elenco criollo arrancan con la fuerza armada nacional (FAN) y sus extensiones paramilitares de los colectivos, la delincuencia común empoderada, las megabandas y el pranato, distribuidos todos en los 24 estados de país y los 335 municipios, amalgamados en algo que les ha rendido dividendos en el tiempo, que se llama la fusión cívico militar y organizados en torno a otra cosa que llaman el Poder Popular. Y, por supuesto, un enemigo interno que los ensambla a todos; la oposición política, que mientras siga leyendo El Principito y no El Príncipe, le seguirá allanando el resultado y la permanencia en el poder.

Estos objetivos a lo largo de los años han tenido resultados exitosos de cara al más importante de los fines establecidos: la permanencia de la revolución bolivariana en el poder, por encima de quien sea y de lo que sea. Allí no vale ningún escrúpulo constitucional o institucional que les impida al régimen saltarse a la torera cualquier referencia. El fin justifica los medios.

¿Como escala un evento de orden público a una situación de orden interno? Voy a colocar dos ejemplazos. Contundentes y útiles.

El 27 de febrero de 1989 (el Caracazo) el control del orden público saltó las barandas de las fases establecidas en el plan de operaciones Soberanía. Esas que decían que, si la turba pasa por encima de la policía, sale la GN, cuando esta era sobrepasada salían todas las fuerzas armadas autorizadas por el comandante de la guarnición. Eso ocurrió en 1989. La actuación institucional y constitucional de las Fuerzas Armadas Nacionales, con un gobierno en el suelo, ilustrado mediáticamente por el patatús en cadena de radio y televisión del ministro de Relaciones Interiores, Alejandro Izaguirre, y las oportunas decisiones y los acertados llamados a la calma del ministro de la Defensa de ese entonces, el general de división Ítalo del Valle Alliegro, le dieron suficiente oxígeno de estabilidad y gobernabilidad al gobierno de CAP. Y en eso contribuyeron directamente, el comandante general del Ejército, el general de división José María Troconis Peraza y el resto de los integrantes del Alto Mando Militar. Era otra institución militar. Y otra constitución.

Y el otro ejemplo lo constituye el 11 de abril de 2002. Otra situación de orden público, en la que el régimen bolivariano se había emboscado convenientemente y, a pesar de eso, fue sobrepasado en las barreras de los círculos bolivarianos, en los francotiradores y en los anillos de la guardia de honor presidencial. El saldo de muertos, heridos, y los aporreos políticos que se vivieron en cadenas de radio y televisión para el mundo, obligaron al teniente coronel Hugo Chávez a renunciar, después de los pronunciamientos militares en los que se le desconocía la autoridad. Eran hasta ese día, otras fuerzas armadas, también. Y la actual Constitución.

Hago una ligera digresión para agarrar el pasado y concederme la licencia de montar una pasajera ucronía. Si Pérez hubiese ratificado a Alliegro en el Ministerio de la Defensa y a Troconis en el Ejército, en julio de 1989, no hubiera ocurrido ningún 4F y Chávez hubiese terminado realmente vendiendo arañitas en Sabaneta. Ambos (Alliegro y Troconis) pagaron con sus cargos en ejercicio el costo de haber sido dos generales victoriosos contra el enemigo interno (Caracas 1989) y el externo (Colombia 1987 – Incursión de la ARC Caldas), respectivamente. Como eran tapones a otros planes que chocaban con intereses militares notables, unos rasputines uniformados y con acceso a la corte miraflorina de ese entonces, le dieron cuerda a la manivela de la intriga y la confabulación, que los defenestrò. Eso lo comentaré en otra ocasión. Cierro la digresión.

Continúo. Estos ascensos de julio de 2021, y en particular el del general Hernández Lares a general en jefe y mandamás en el CEO, atrincheran al Ejército en los dos vectores más importantes de la FAN. El administrativo en el Ministerio de la Defensa y el operacional en el CEO. Y ponen en el rol de un pagapeo naval a Ceballos Ichaso, para asumir las culpas de la derrota y las supuestas incompetencias del falso positivo de Apure. Y hasta allí, todos contentos y el comandante en jefe, tranquilo y sin nervios.

Mientras tanto, el Koki y el resto de los líderes de las megabandas en Caracas y los 335 municipios del país se encargan de hacer el trabajo sucio de sembrar el terror citadino, hacer control social e impedir cualquier tipo de movilización que ponga en riesgo el poder del régimen.

En el área rural las FARC y en las urbanas, las megabandas y los colectivos paramilitares. La violencia y el terror las gerencian por las vías intermedias y por tercerización, los militares del régimen que usurpa el poder en Miraflores.

¿Se comprende?

La situación de las megabandas y los liderazgos del Koki, Wilexis, Wilmito, el Garbis, el Vampi, Carlos Capa y otros delincuentes empoderados y alentados en autoridad por el régimen en todo el país, se resume en tres verbos. Poder, querer y deber. Cuando el régimen tome una decisión, los puede neutralizar y eliminar en cualquier momento, con la FAN y en particular con el ejército. No deben hacerlo en este momento porque le rinden muchos beneficios y réditos políticos de la permanencia en el poder y, cuando quieran hacerlo lo harán, y pondrán a otro Koki, otro Vampi, otro Garbis y todo se mantendrá igual. Como hicieron con el Picure. ¿Se entendió?

«Ha de notarse, pues, que a los hombres hay que conquistarlos o eliminarlos, porque si se vengan de las ofensas leves, de las graves no pueden; así que la ofensa que se haga al hombre debe ser tal, que le resulte imposible vengarse.» este pasaje no tan tierno, del autor florentino es del libro de cabecera de la nomenclatura del régimen, y si tiene actualidad en lo que está ocurriendo por esos predios de La Vega y la cota 905 en Caracas.

No sería mala idea para el liderazgo de la oposición de superar en este momento a Antoine de Saint-Exupery y abrazarse a Nicolás… de Maquiavelo.

El Nacional

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