La Unión Europea y Estados Unidos han aprobado una serie de estímulos fiscales como nunca antes en su historia. ¿La razón? Las medidas de urgencia que, de acuerdo con los respectivos gobiernos, son necesarias para “reanimar” la economía mundial. Y es que luego de la pandemia, la mayoría de las economías del mundo se encontraban sacudidas. La buena noticia, en la mayoría de los casos, es que las economías de los países -ricos- parecen recuperarse más rápido y a mayor escala de lo previsto, mientras que las economías de los países más pobres, entre ellas las latinoamericanas, tendrán una recuperación a un paso menor, con las falencias propias de nuestra estructura social e institucional.
Sin embargo, uno de los debates financieros más interesantes en las últimas semanas no ha girado en torno al tema del crecimiento y la recuperación económica, sino en relación con una serie de prohibiciones que estableció la Unión Europea frente a ciertos bancos y la posibilidad de comprar eurobonos destinados a recoger fondos para la recuperación del viejo continente. De esta forma, fue noticia el hecho de que firmas colosales tales como JP Morgan, Bank of America, Barclays y Nomura quedaban por fuera de la colocación primaria de los títulos que formaban parte del programa “Next Generation” que la propia Unión Europea promulgó para reflotar su submarino económico, con un monto nada despreciable de 800.000 millones de euros.
La noticia tomó por sorpresa a varios actores del sector financiero. ¿Cuál era la razón por la que la Unión Europea tomaba una medida tan drástica? La presunta violación por parte de estas instituciones financieras de las regulaciones de libre competencia. En términos simples: a juicio de las autoridades, estos grandes bancos (siete de los cuales abarcan el mayor volumen transaccional de Europa) en el pasado han manejado el mercado de deuda europeo promoviendo una estructura de “cartelización”, afectando así el debido funcionamiento del mercado.
No sorprende la acusación. En más de una ocasión las grandes firmas financieras han sido acusadas de promover el “capitalismo de amigos” en el cual más que un libre mercado lo que existe es la complicidad entre el poder político y los altos ejecutivos de las instituciones financieras, con lo cual se genera una distorsión al sentido de competencia, de reglas claras e iguales, y la inexistencia de privilegios para favorecer a los sectores que constituyen cajas de resonancia de los intereses cercanos.
Sorprende la decisión de la Unión Europea porque deja por fuera a varios poderosos. El llamado de las autoridades estriba en que estas instituciones financieras podrán participar en el mercado de eurobonos en tanto modifiquen de forma palpable sus políticas en cuanto al manejo de los títulos de renta fija y potenciales prácticas de “cartelización” del mercado.
¿Tendrá la banca internacional incentivos para realizar estas modificaciones? La banca tiene varios temas sobre el tapete en estos momentos. Son muchas las reflexiones que pueden hacerse en cuanto al negocio bancario y el coronavirus. Un primer debate gira en torno a la presencialidad o no de los trabajadores luego de la pandemia. Muestra de ello es la visión que tienen firmas como Goldman Sachs y Morgan Stanley (proclives a la presencialidad) frente a la postura de Citigroup, más proclive a la semipresencialidad. Por otro lado, al menos en el caso de Europa y Estados Unidos (agregaría también algunos mercados emergentes como es el caso de Brasil) el tema inflacionario es una variable que ha vuelto a ser analizada. Si bien una inflación estadounidense como la que se padeció en la década de 1970 no luce del todo clara, no es menos cierto que el proceso de estímulo fiscal ha traído consigo niveles de inflación que no veía la nación americana desde hace años, e incluso décadas si nos vamos a países europeos como el caso de Alemania. De modo tal que indudablemente la inflación, al menos en los próximos meses, será un tema que estará en la palestra del circuito financiero internacional.
Adicionalmente, la banca como negocio quiere recuperar el terreno perdido durante 2020, y los accionistas están ansiosos de recibir dividendos. La banca estadounidense, al menos, está pendiente de cumplir con los requisitos establecidos en el Comprehensive Capital Analysis and Review (CCAR) de forma tal que se encuentre acorazada ante cualquier crisis de gran magnitud que pueda sufrir la economía de Estados Unidos.
En general, tal vez el mercado de renta fija global no se encuentre en su mejor momento, con muchos bonos con rendimientos en negativo, pero definitivamente el hecho de que no se le permita participar en el mercado a ciertos bancos es un llamado de atención que debe verse con cuidado. Con frecuencia, el ciudadano de a pie clama por castigos más severos frente a los desmadres de los banqueros, y cierta razón no le falta. Si bien la banca es crucial para garantizar el funcionamiento del sistema financiero, no es menos cierto que su mal accionar puede traer consigo diversos desmanes. Es posible que si las autoridades atacan lo que más les duele -su bolsillo- en algo cambien los incentivos. Sin embargo, en un negocio que mueve trillones de dólares, la pérdida de unos pocos millardos en fees pudiera lucir insignificante. ¿O tal vez no? El tiempo lo dirá. La banca y sus desafíos no se detienen. Ni siquiera en tiempos de pandemia.