I
La emigración de venezolanos por millones es una realidad terrible que nos duele a los que permanecemos en el país. Pero yo, empeñada en ver un poquito más allá, suelo buscar y conseguir cosas buenas de este éxodo al que nos ha obligado la peste del chavismo. El mundo no estaba preparado para recibirnos, siempre fue al revés, nos conocieron en nuestra casa, con nuestra gente, en nuestro suelo. Ahora nuestras maletas van llenas de una nueva forma de hablar, muchas cosas ricas que cocinar, cuentos y carcajadas. Nuestra manera de ser. ¿Verdad?
Ana María Matute / El Nacional
Hablando de guerrilleros, antes de que Hugo Chávez metiera la pata con la tanqueta que no pudo derribar la reja de Miraflores en 1992, se reunieron aquí en Caracas miembros de lo que por entonces se daba en llamar la Coordinadora Guerrillera Nacional Simón Bolívar, que agrupaba a miembros de las FARC y otros grupejos, y representantes del gobierno de César Gaviria para hablar de paz.
Fue una de mis primeras asignaciones como reportera de internacionales para El Diario de Caracas, y era un plantón. Había que estar allí a las 7:00 am hasta que los dialogantes decidieran dar alguna rueda de prensa. Me daba tiempo, entonces, de compartir con reporteros colombianos y de otros países de Latinoamérica que vinieron a cubrir el diálogo. Una vez propusieron un juego, describir a cada nacionalidad con una palabra que los definiera por completo. ¿Saben qué dijeron de los venezolanos?
Lo primero que se les ocurrió fue “flojos”; lo que más se acercó a ese adjetivo fue “borrachos”. Se podrán imaginar cómo me puse.
II
¿Verdad que el venezolano no es flojo ni borracho? El hecho de que a algunos les guste celebrar de más o que estén tomando el aire en el porche de su casa no quiere decir que nos puedan “pintar” solo con esas dos características.
Es lo que me ocurre con la mayoría de los comediantes que están por allá afuera haciendo stand up con nuestros cuentos. Sí, entiendo que para hacer reír hay que exagerar, pero ¿hay que generalizar? ¿Cuántos pueden decir como George Harris que desde el viernes está sacando las cornetas por la ventana con música a todo volumen y tomando caña hasta que se desbarata el domingo? ¿Quién puede decir que su madre le pegaba para levantarlo de la cama?
¿Quién puede decir que su familia es deshonesta? ¿Quién puede decir que vivía en Los Palos Grandes y que en la planta baja del edificio se formaban los bochinches en las noches? Esa no es precisamente una zona popular, que se diga. Pues en el exterior, los latinos que van a estos espectáculos pensarán que efectivamente somos borrachos, flojos, irrespetuosos, poco honestos, maltratadores. Está bien, hay que hacer reír, pero ¿hay que generalizar?
III
Perdonen, pero es como decir que todos somos chavistas porque llevamos 20 años con este yugo. Es como decir que si el conductor delante de mí se come la luz roja, yo también lo hago porque ambos somos venezolanos. Es como decir que justifico que alguien se coma un cambur en el supermercado sin antes pagarlo porque ya está muy maduro.
Los venezolanos somos muchas cosas, y lo primero que deberían mostrar los que están afuera y tienen ciertas posibilidades es que tenemos personalidades diferentes, incluso por regiones. Que nuestra diversidad cultural es tan rica que se muestra abiertamente de una ciudad a otra. Que el frío de los Andes se siente en lo confortable de su comida para calentar el alma; que los zulianos se mueven con la fe a la Chinita e iluminan con la chispa del Catatumbo; que la costa grita y baila con pasión pero con respeto; que el sur saca del agua y de la selva los tesoros que lleva a la mesa y que oriente tiene la mente y los brazos abiertos para cualquiera que necesite calor.
Repito, no estoy en contra de la comedia a costa de nuestros defectos, pero sería tan bueno que además de reírnos de ellos diéramos a entender que sabemos que están mal. Solo digo. Igual gracias por hacerme reír.