Le tocó ejercer su profesión de médico psiquiatra y neurólogo cuando Viena pertenecía al Imperio Austrohúngaro. Judío y “extranjero”, sufrió rechazos ofensivos de sus colegas y del personal político de su entorno. Por eso y su insistencia en utilizar la hipnosis como terapia efectiva contra enfermedades frecuentes mal entendidas y peor tratadas, entre ellas la histeria.
Es Sigmund Freud (1856-1939), creador del psicoanálisis que horada el inconsciente, sótano particular de la compleja intimidad donde escondemos pulsiones retenidas, culpas, miedos y deseos reprimido latentes.
Soportó despedidas de su empleo en hospitales, amenazas directas y a su familia, renunció a cargos públicos y se retiró a la práctica privada. El Tercer Reich lo obligó a salir del país para un largo destierro y murió en Londres.
El exilio interno y exterior es el destino común de quienes luchan por la libertad individual y colectiva en regímenes totalitarios.
Una serie fílmica, thriller de ocho capítulos titulada Freud a secas, de 2020, al alcance en redes sociales de marca comercial, fusiona historia, ficción, ciencia, misterio y suspenso para exhibir todo el proceso terapéutico de trasfondo emocional y político que marcó su biografía personal y profesional. Allí, en lenguaje coloquial accesible a públicos promedios y masivos, pronuncia frases y párrafos que penetran la esencia de su inmediato presente imperial austrohúngaro y el siguiente nazismo, proyectados ambos hacia el futuro europeo ahora mundial por la guerra rusa contra Ucrania, barbarie versus civilización del genocida Putin, encarnación de hipnotizadas poblaciones conducidas hacia la criminalidad, anulada su alma libertaria.
Breves muestras de una extensa lista copiadas de la pantalla:
“Hay contradicciones en la salud psicosocial, en las prácticas institucionales”. ”En la subjetividad del inconsciente personal está la verdad llevada a la sociedad política y cultural”. “Hay quienes tienen el poder de la sugestión, tendrán el poder en el próximo siglo, saben manipular a los pueblos, debemos estar muy alertas”. ”Esta es una revolución historiográfica, una total reestructuración”.
En literatura clásica lo advirtieron antes, durante y después de Freud autores que por desgracia fueron y sólo son conocidos a fondo por minorías ilustradas y en el caso puntual venezolano extraídos porque sí de programas educativos ministeriales democráticos por igual para la secundaria y las renovadas universitarias escuelas de Letras en la década de los sesenta. Entre muchos de los más citados y poco leídos, Thomas Mann en La montaña mágica, Franz Kafka en El juicio y El castillo, George Orwell en Rebelión en la granja y 1984, de Sansal Boualem Vida y destino, de Stefan Sweig gran parte de su vasta obra y en especial Novela de Ajedrez.
Pero fue el descubridor del inconsciente individual que sumado uno a uno genera grandes masas colectivizadas quien luchó de cuerpo presente y tenacidad valiente contra la bestialidad fascista que se apodera de la vida rutinaria y las gerencias políticas. Cuando si acaso reaccionan ya es demasiado tarde, léase Rusia estalinizada, Alemania hitlerizada y la rebelde Ucrania que se resiste a ser putinizada.
En menor escala todavía, ya se incrustó la doctrina putinista que elimina todo intento democrático a través del castrochavismo con leyes autocráticas que anulan constituciones fundacionales. Su armamento inicial es la invasión jurídica seguida por asesinatos, torturas, ejecuciones, hambrunas, pestes programadas, expulsiones para despoblar, ruinas que acumulan restos insepultos de civiles y de sus propiedades robadas hoy improductivas, siempre comandadas por el militarismo delincuencial que las oligarquías comerciales y financistas automáticamente lo secundan con el pretexto “yo no soy político, por lo tanto no soy cómplice”. Así lo manipulan y practican las revoluciones cubana, cubazolana, nicaragüense, boliviana y quizá pronto la colombiana. Las otras hemisféricas en cola van por el mismo camino: son las por ahora “neutrales” mexicana, chilena, peruana, argentina.
Mientras tanto, con fastidiada lentitud, quienes deciden el ya y el mañana de Occidente, aún llamado mundo libre, con y sin petróleo, apenas despiertan de su larga siesta hasta el momento de ruta suicida. Si acaso, después de dilatadas sesiones con fotografías en grupo de sonrientes mandatarios.
Ahorita mismo, cuando los daños irrevertibles se acumulan día a día en montones de ceniza que el viento conveniente del olvido diplomático se llevará.
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