Alicia Freilich: Narcoinvasión roja

El método consiste en despoblar al país histórico para repoblarlo desde la dirigencia de funcionarios del militarismo comunista castrocubano con sus adherentes nativos uniformados –fuerza militar cuyos 2.000 comandantes forman el generalato “bolivariano”–, más antiguos militantes de partidos políticos democráticos locales –muchos continuos fracasados dirigentes, ahora tránsfugas bien pagados–, junto a sobrevivientes de hambrunas y pestes de las clases sociales C y D, analfabetas disfuncionales armados como “colectivos” y milicias, ambos anticonstitucionales, más las fuerzas militaristas llamadas de seguridad –antiguos  hijos de la calle–, robots con cerebros adoctrinados para la criminalidad represiva.

Estos factores condicionaron en gran medida  la emigración forzosa que ya va por los 6 millones de exhabitantes, fenómeno sin duda también planificado, pues favorece al proyecto despoblador. Así, masivos conglomerados  continúan buscando refugio en el exterior y por ahora permanecen estáticos ciertos estratos sociales que gastan sus ahorros, o logran algún empleo dependiente de otro país, o hacen negocios con iraníes, turcos y similares, pero todos sometidos a control de un narcoestado.

Lo descrito es el apartheid  regional hispanoamericano que tiene como sustrato político un carnet de la patria, su cédula de identidad segregadora. Su ausencia o carencia implica traición, estatus de no pertenencia, extranjero prescindible.

Estas conclusiones provienen de sabios estudios académicos, de reflexivos artículos de opinión publicados a través de plataformas digitales y  redes sociales. Pero bastaría con solo hacer una simple lectura diaria de titulares,  comprobantes acumulados a lo largo de dos décadas hasta la hora actual.

En este caso no hay blancos contra negros ni arios contra judíos y gitanos. Se trata de amos y esclavos. De acatar, de obedecer servilmente cada orden dictada por la casta pretoriana que sustituyó la ley de letra por el rifle y la granada. Un  fascismo genocida de  autoproclamado heroísmo  revolucionario cuya cobardía física se evidencia cada día cuando desde sus cuarteles, palacios, mansiones, envían a huestes amaestradas para matar a todo opositor como la FAES, junto a las primitivas comunas milicianas rumbo a la frontera colombiana, simulando una gloriosa guerra popular de salvación patriótica, cuando en realidad es necesario insistir, la meta es el “quítate tú, desaparece, para ponerme yo“ de Hugo Chávez  y sucesores, tal cual se los enseñó su jefe Fidel Castro con los  actuales camaradas de su Gestapo- KGB de nombre G2 y su carnal fuerza armada narcochavista.

Para recobrar a una Venezuela democrática preelectoral, se requiere rogar, pedir, suplicar a Estados Unidos, autodefinido como gendarme universal en la lucha por los derechos humanos, que encabece una invasión humanitaria provisionalmente armada para liberar a Latinoamérica del neocolonialismo invasor promovido desde la Rusia zarista de Vladimir Putin a punto de apropiarse definitivamente de Ucrania y formar junto a Crimea y Bielorrusia el gran imperio del siglo XXI.

Podrán ganar esta dura batalla auténticamente bolivariana los líderes continentales  de este hemisferio carentes del complejo pitiyanqui, capaces de secundar esta neoindependencia. Solos, dispersos y retóricos, dicen a diario los titulares, en esta gesta que desgasta, de antemano perdida.

El Nacional

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