La puesta en escena México II sirvió de mucho, hasta demasiado para asimilar el todo de una vez.
Desenmascara con reflector los dos intereses urgentes del régimen castrochavomadurista para solicitarla.
El primero, que necesita legalizarse mediante un acuerdo con la discapacitada disidencia que presione para eliminar las sanciones y acceder sin límites a la escasa riqueza monetaria nacional que se pudo proteger en el exterior. La gigantesca, robada al erario público y a las propiedades privadas junto al ilícito comercio de drogas con registro de testaferros, es obscena pero sagrada porque los beneficia y sin dudas por igual a la banca internacional y sus paraísos fiscales.
El segundo esconde su intento de un jurídico borrón y cuenta nueva, lavar la sangre inocente derramada por 22 años en asfaltos, celdas, cámaras de tortura, cementerios y tumbas colectivas sin lápida que fabrica su gremio de verdugos trajeados como juez, abogado, policía, guardia, todos coordinados por la bota militar que impera en el gabinete dictatorial. Eso, según declaración televisiva del abogado Carlos Ramírez López, “el Doctor Ley”, para reintentar del actual fiscal de la Corte Penal Internacional la admisión para estudio de su falsa documentación probatoria de que su revolución del siglo XXI se rige al pie de la letra por la Constitución vigente y sabe corregir sus errores, buscando retardar otra vez un veredicto.
Son motivos claros. Un maestro de escuela de aquella República Escolar y de la asignatura Moral y Cívica para pupilos de sexto grado democrático, pudo explicarlos en cuestión de minutos.
Pero la oposición formal del G4, equivocados, improvisados, partidarios, militantes, aprovechados, sin cesar cae en cada trampa tendida por los competentes súbditos de Vladimir Putin vía Cuba. En este caso es obvio que sin rubor ni rechazo de los supuestos opositores la sola presencia física de Rusia en esa reunión que se supone atañe a los beligerantes, los que a su vez aceptaron no incluir a Juan Guaidó como representante legítimo de la Venezuela tiranizada, fue suficiente anticipo de este vergonzoso circo que provoca furia, desconfianza, rechazo. A petición del oficialismo, se retira del evento a Carlos Vecchio, embajador del interinato ante Estados Unidos, para sustituirlo por el sí aceptado dirigente Freddy Guevara, recién liberado de prisión para el canje.
Claro que el teatro del absurdo tropicalizado en parte sustancial de este hemisferio cumple un servicio informativo y social. Pero a quienes lo ven un rato por si hay cambios, interpretan las primeras escenas y abandonan cuanto antes la sala. Como siempre, tiempo perdido para la liberación de Venezuela.
Esta clase de repetida farsa complace y también sirve para fines electoralistas al despistado director, sus asistentes y pésimos productores, a su variado elenco de turistas, futuros y suplentes funcionarios del quita y pon.