Por este sarcástico título disculpen nuestros humildes muchachos cuyas obligatorias máscaras no pueden ocultar su gestualidad corporal de autómatas ni sus expresiones de hipnotizadas carnes de cañón, rebaño entrenado para el fratricidio en disfraz de soldados patriotas. Al contrario, se sabe que son inocentes víctimas utilizadas por la casta del generalato presidido por Vladimir Padrino López para conmemorar como bochinche y espectáculo, mezcla de armas bélicas con fetiches de santería populachera, el bicentenario de la batalla de Carabobo, evento muy serio que sí selló la soberanía de Venezuela y dio comienzo a la heroica gesta que al mando estratégico y presencial del general Simón Bolívar liberó del colonialismo realista español a gran parte del continente suramericano.
Carabobo es vocablo arawaco, significa sabana de muchas aguas ubicada en un estado norcentral de productiva zona industrial por excelencia y de nuevo en primera persona… pude comprobarlo durante el año escolar 61-62 de mi estancia profesional en su hermosa capital Valencia con su reabierta universidad pública autónoma. Algunos lo llamaban “Estado godo” por su numerosa clase media alta, conservadora dueña de antiguas empresas y fábricas que generaron pleno empleo. Pero sin límites de tiempo es rica sede testimonial de monumentos arquitectónicos, reliquias y documentos vitales para entender a fondo la geohistoria política de la nación pre-castrochavista.
Los desfiles militares del castrochavismo son degradantes shows de vergonzosa y carísima producción destinados a lucir sus macabras fechorías dictatoriales “siglo XXI”. Por igual, ante sus camaradas delegados del Foro de Sao Paulo, el Grupo de Puebla y el propio jefe cocalista Evo Morales que los de continua puesta en escena para amedrentar a la sociedad local exhibiendo un presunto defensivo superpoder hemisférico antiyanqui desmentido por la realidad cotidiana.
Esa falsedad se puede analizar con furia y dolor en varias escalas, desde la famosa estampida de los soldaditos apiñados frente al tirano Maduro y su pandilla no más al oír el sonido de supuestos drones enemigos hasta sus recientes derrotas y entregas negociadas con la también criminal tropa narcolombiana disidente en el estado Apure, donde como siempre sacrificaron a jóvenes robotizados, cainistas armados hasta las uñas por Rusia, China, Irán, muchachos que nunca conocieron democracia y son los aptos para idiotizantes lavados cerebrales.
Y qué decir de su incapacidad para siquiera controlar el terrorismo armado de sus anteriores pupilos hoy triunfales asesinos y ladrones ya propietarios de extensos espacios citadinos. En conjunto, acciones muestra y prueba de un genocidio patriotero lento que ha inmolado a dos generaciones para garantizar sus intereses de banda delincuencial, fenómeno afianzador del desprecio sentido por el 90% poblacional secuestrado. El poder militar fue un importante sector institucional en democracia, admirado y querido por su conducta apegada a las normas constitucionales reguladoras de sus derechos y deberes.
La Fuerza Armada chavista es leal, obediente a las precisas órdenes cubanas a través del G2 y su cable submarino, sin tregua las recibe para dividir, dispersar y finalmente eliminar a la inoperante oposición, exliderazgo, caciques ya sin tribus en lucha por prevalecer como actuales líderes, drama que los conduce al suicidio político grupal, pues cada uno a su modo no admite cómo único funcionario opositor válido a Juan Guaidó. Estados Unidos, país garante sólido de la democracia venezolana, sí lo reconoce por su legitimidad constitucional. Mientras mantenga vivo ese circo entre los disidentes personalistas, la FACH asegura su trono criminal.
Hoy, Día del Periodista venezolano, gremio espiado, acosado, humillado, expropiado, expulsado y a punto de ser eliminado del todo, como nunca antes da mucha pena pero es necesario usar estos espacios aún posibles de prensa libre para repetir hasta el cansancio que a pesar de los innumerables esfuerzos y trágicos saldos de luto, la perdida democracia venezolana no podrá organizar una mínima transición para retornar segura mientras permanezca supeditada al desgobierno armamentista coordinado desde La Habana, patrocinado por la fusión de putinismo zarista, capitalismo rojo chino, teocracia iraní, autocracia turca, hipocresía comercialista española de su moderno mercantilista PSOE, más la aparente neutralidad de otros países beneficiados con esta supremacía capitalista salvaje. Una delincuencia organizada y visada por las élites dominantes de uniforme militar trisoleado cuyo origen golpista las define sin cambios en junta ilegal con grupos empresariales, unión saqueadora de la riqueza mineral y financista del negocio cocalero, necesitados de farsas electoralistas para conservar sus minas.
El intento civil independentista venezolano a través de partidos políticos ha fracasado durante veinte años por esa razón conceptual obvia: democracia y militarismo son excluyentes.
Solo en el civilizado sistema constitucional civilista que obliga al mutuo control regulador entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, los habituales desfiles conmemorativos, cara al sol, de castrenses fechas heroicas, serán una auténtica celebración, de nuevo respetada con aplausos por un país en verdad soberano de cuerpo, mente y alma libres.
Conviene, vale, que Juan Guaidó y los sobrevivientes de la legítima Asamblea Nacional tengan como asesor principalísimo, único, el modo cómo la Alemania posnazi pudo extraer en lo inmediato (1945) de sus fuerzas armadas a la criminal dirigencia hitlerista y luego paulatinamente limpiarla de sus entrenados jóvenes asesinos. Todo a su tiempo.