El pedagogo brasileño Paulo Freire cumplió 100 años el 19 de septiembre de 2021. En su libro Pedagogía del oprimido, Freire explica que éste tiene que liberarse psicológicamente para no convertirse en opresor porque ellos tienden a “identificarse con su contrario”. Como ejemplo concreto, Freire menciona el caso de los oprimidos que quieren la reforma agraria, “no para liberarse, sino para poseer tierras y, con éstas, transformarse en propietarios o, en forma más precisa, en patrones de nuevos empleados”.
Ambos, los opresores y los oprimidos, temen a la libertad, pero por razones diferentes. “En los oprimidos el miedo a la libertad es el miedo de asumirla. En los opresores el miedo de perder la ‘libertad’ de oprimir”. Para Freire, la educación bancaria es necrófila, pues termina por archivar al hombre, sirviendo para su domesticación y su pasiva adaptación.
En este centenario debemos plantearnos una educación que habilite al ser humano para la discusión valiente de su problemática, de su inserción en esta problemática, que le advierta de los peligros de su tiempo para que, consciente de ellos, gane la fuerza y el valor para luchar. Educación que lo coloque en diálogo constante con el otro, que lo predisponga a constantes revisiones, a análisis críticos de sus descubrimientos, a una cierta rebeldía, en el sentido más humano de la expresión; que lo identifique, en fin, con métodos y procesos científicos.
Simón Rodríguez nos dice que “más aprende un niño en un rato labrando un palito, que en días enteros conversando con un maestro que le habla de abstracciones superiores a su experiencia”. Paulo Freire fustiga la concepción bancaria de la educación porque en ella la relación educador-alumno está mediada por el monólogo como el acto narrativo de contenidos, es decir, la relación discursiva del narrador que habla, dicta, informa, no forma, y cada contenido lo deposita en la alcancía-cerebro del estudiante, quien oye pasivamente el discurso del educador.
Es urgente celebrar este centenario desarrollando en Latinoamérica y el Caribe una revolución curricular ya que, como señala Freire: “sería en verdad una actitud ingenua esperar que las clases dominantes desarrollasen una forma de educación que permitiese a las clases dominadas percibir las injusticias sociales en forma crítica”.