22 de noviembre de 2024 9:47 PM

Alfredo Cedeño: Así no se puede

En 1976 el apogeo del género musical llamado salsa era absoluto. No había una emisora, aun en las más “ácidas”, donde no se colaban las piezas de aquella cantera de orquestas y cantantes que mantenían una hegemonía total. Era el tiempo de Fania All-Stars, intento monopólico creado el año 1968 en Nueva York por Johnny Pacheco y Jerry Masucci. Sin embargo, fueron muchísimas las agrupaciones que tenían ya una trayectoria y que soportaron la voracidad de ese gran monstruo que fue Fania. Una de ellas: La Sonora Ponceña.

Esta agrupación había sido fundada por Enrique “Quique” Lucca Caraballo en Ponce, Puerto Rico, en febrero de 1954, e hizo su primera presentación el 20 de abril de ese año. En 1969 este grupo solidificó su carrera y comenzó a publicar un disco anualmente. En el año mencionado al comienzo publican su álbum Conquista musical, donde aparecían piezas que se convertirían en emblemáticas. La primera de ese larga duración era “Ñañará caí”, una pieza para gozarla con los pies y los oídos, su letra declaradamente surrealista tenía versos como este: “Yo he visto un cangrejo arando, a un mono tocando un pito / muerto de risa un mosquito al ver un burro estudiando / un buey viejo regañando a una ternerita flaca / por imprimirle una placa de lo que estaba pasando”.

Ese disco contenía casi 43 minutos de música increíble. Allí aparecía un merengue criollo, “Esta es Venezuela”, que  rendía homenaje a nuestro país; también “Bomba carambomba”, y muchas otras. Era un disco lleno de talento, eran los tiempos cuando a las grabaciones se incorporaban todos a poner su grano de arena. Allí estuvieron Héctor Lavoe, Tito Allen, Ray de la Paz y Rubén Blades, en ese momento un ilustre desconocido, en los coros; Luis “Perico” Ortiz fue el director musical. Pero en esa grabación las estrellas fueron  el pianista y arreglista Papo Lucca, hijo del fundador de la banda, y el cantante Luigi Texidor.

La última canción de este disco, que se convirtió en otro éxito furibundo, fue “Pío pío”. La cadencia propia del cantante era una demostración de virtuosismo melódico. Los arreglos impecables, y la música más que pegajosa. Escarbando en la red encuentro este disco y fue imposible no ponerme de nuevo a escucharlo. Al llegar a esa pieza final no pude dejar de pensar en ese bojote mal amarrado que se dice presidente de Venezuela, y quien se jacta de ser “salsero”, para gran vergüenza del género. Fue inevitable pensarlo porque cuando el coro de entona aquello de: “Con el pío, pío, pío, con el pió de los pollitos / Y el zum-zum de los mosquitos no se puede descansar”, de inmediato pensé en el mentado Pollo Carvajal, por ahora preso en España.  El “general” que se dedicó a vejar a sus compañeros de armas, que fue instrumento nauseabundo al servicio de Chávez y Maduro, trató de salvar sus asentaderas al aparecer lanzando denuestos contra el bigote bailarín, para alegría de mucho “opositor” alcahueta que saltó a celebrarlo y darle la bienvenida.

Los cuentos de este personaje son más abundantes que el Libro Gordo de Petete. Siendo coronel y estando al frente de la Dirección de Inteligencia Militar, humilló de manera reiterada, desde comandantes a generales, a toda la alta oficialidad. Todo aquel que no obtenía el ascenso en su carrera sabía que la solución era ir a la oficina de este maromero a pagar su cuota de vasallo. Muchísimos generales en prospecto, o ya miembro de la cofradía de los soles, iba desde el lunes a las 8:00 de la mañana hasta las 6:00 de la tarde a hacer antesala, y así hasta el viernes, cuando a última hora, salía uno de sus asistentes a informarles: “Ya el jefe sabe, vete que ya lo tuyo está resuelto”. Y lo soportaron para seguir disfrutando las mieles del latrocinio rojo. Todos aquellos que no pagaron ese deleznable peaje moral vieron sus carreras truncadas, y perseguidos sin ningún respeto a la legalidad.

Esa escoria, a la que, insisto, no han faltado loas de algunos “opositores”, que ha tratado de negociar, en todas las maneras, su canto de gallina clueca es a la que tienen en una celda en Madrid. Los intentos por evitar su extradición están en pleno apogeo, tal vez es por lo que el marido de Cilia pierde el paso cada vez que escucha aquello de: “Con el pío, pío, pío, con el pió de los pollitos…”

© Alfredo Cedeño

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El Nacional

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