El país asiste este fin de semana a su segunda elección en el marco de la nueva realidad de pandemia que desde hace ya casi dos años azota al mundo. A nivel global, la sociedad ha aprendido a asumir con naturalidad el reto que en ese sentido comprenden los eventos públicos y, así como en otros ámbitos del quehacer humano, como los conciertos o los eventos deportivos, ha ido asimilando progresivamente con responsabilidad y buen juicio la cultura de la bioseguridad también en los procesos electorales.
Para Venezuela esa nueva realidad de la bioseguridad en los procesos electorales a la que hay que habituarse (como lo han hecho sin contratiempos muchos otros países) no es de ninguna manera un reto insalvable y ni siquiera preocupante, porque si de algo puede hacer gala el país en el contexto internacional es de su excepcional capacidad para incorporar sin ningún tipo de traumas avances e innovaciones a un sistema electoral que es referencia en el mundo precisamente por el poder de actualización y de robustecimiento estructural y tecnológico que lo ha convertido en uno de los más eficaces y confiables de todos cuanto existen.
Mientras en muchas otras naciones existen todavía los arcaicos métodos manuales, de marcado de una equis sobre un tarjetón o la introducción de papeletas en un sobre, en Venezuela es usado un complejo sistema que incorpora, no uno, sino múltiples mecanismos de aseguramiento de la identidad del votante, de su registro efectivo como elector y del secreto de su voto, así como de la confiabilidad e inviolabilidad del sistema a los efectos del escrutinio, totalización y aseguramiento de resultados.
Todo lo cual, sumado a la cultura del voto como la más poderosa herramienta de la democracia participativa y protagónica que ha adquirido el venezolano en lo que va de siglo XXI, convierte a Venezuela en un país de verdadera vocación electoral.
Como lo verá el mundo este 21 de noviembre, cuando el pueblo venezolano acuda nuevamente de manera masiva a la cita electoral pautada, con el mismo nivel de conciencia, el mismo sentido del compromiso patrio y el mismo talante revolucionario que le ha caracterizado como pueblo batallador, irreductible y muy fundamentalmente democrático.
Una vez más veremos que Chávez no aró en el mar.