Alberto Aranguibel: Saludo bolivariano

Si de algo puede hacer alarde la Revolución Bolivariana es de haber logrado formar bajo el influjo de un mismo esclarecido pensador como lo fue Hugo Chávez la extraordinaria camada de líderes con verdadera capacidad de raciocinio ideológico en todos los niveles de la estructura política del proceso.

La oposición misma (salvo el sector terrorista de ella, por supuesto) ha reconocido de una u otra manera el enorme capital ideológico sembrado por Chávez en las filas revolucionarias, e incluso más allá de los linderos del chavismo donde el pensamiento progresista y patriótico del comandante ha impactado positivamente.

Una voz en particular entre esa camada de dirigentes destacó siempre ya no solo por su capacidad para comprender y asumir el proyecto tal como lo concebía y lo desarrollaba el líder fundamental, sino con una visión propia del aspecto que quizás más desvelos provocaba en el comandante, como lo eran la educación y la formación intelectual de ese actor tan esencial del proceso, el pueblo, en el cual Chávez cifró en todo momento la esperanza del hombre nuevo.

Por esa capacidad excepcional para la pedagogía, Aristóbulo no solo cumplía como el mejor soldado la responsabilidad de la militancia más leal y comprometida con la revolución, sino que generaba un auténtico pensamiento revolucionario en el ámbito de la educación como parte sustantiva y primordial del proceso, a partir de un desarrollo teórico que hablaba de la formación como derecho humano esencial e insoslayable más allá de la concepción desmovilizadora del convencional modelo educativo neoliberal todavía imperante.

Con la avanzada tesis de “El Estado Docente” del maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa como referente, Aristóbulo estructuró como nadie una narrativa revolucionaria de la educación que articulaba con perfecta precisión y claridad las ideas del Libertador Simón Bolívar y el pensamiento de Hugo Chávez en la visión de un modelo educativo verdaderamente transformador al servicio del pueblo.

Quizás por eso, mientras los oradores revolucionarios suelen seguir de forma regular la fórmula establecida en la estrategia comunicacional, su saludo de combate fue invariablemente “Un saludo bolivariano”, del que nunca se salió. Fue su “recurso didáctico” más poderoso.

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