Alberto Aranguibel: Naturaleza saboteadora

Alberto Aranguibel

Si algo define de manera inequívoca la personalidad del ser humano (mucho más que sus palabras) es la persistencia en su comportamiento.

Si es alguien inconstante, ese individuo será generalmente considerado un ser errático e imprevisible. Si, por el contrario, es invariable en su forma de proceder, lo correcto será catalogarle como una persona estable, poco improvisada o sorpresiva.

Es así porque no existe sobre la tierra nadie, ni siquiera el más recóndito ermitaño perdido en la profundidad de la selva, que pueda alegar una tan particular condición de su personalidad que lo haga excepcional, único e irrepetible, como ser humano.

En la política, al decir de Platón, esa característica del perfil humano definitorio del individuo devenido en actor político es, como en todos los ámbitos de la vida, una constante absoluta. Y el liderazgo opositor venezolano no escapa a esa inexpugnable realidad.
Lerdos como son para la comprensión de la política como un ámbito de servicio, todos, sin excepción, asumen que el propósito único de la actuación pública es el usufructo privilegiado de las instancias del poder para acceder a la más fascinante y frívola notoriedad, enriqueciéndose a la vez a costa del sufrimiento del pueblo.

En ello, consideran no solo válidas toda clase de marramucias, truculencias y triquiñuelas, sino que las entienden como obligatorias e indispensables. La mentira, la demagogia y la falsedad, son sus sempiternas herramientas discursivas, porque ellas ocultan a la perfección el carácter desnaturalizado y vil de sus verdaderas intenciones frente a un pueblo al que consideran apenas como un vulgar medio de acceso al fabuloso escenario que anhelan.

De ahí su persistencia en el desvergonzado truco de aparecer siempre como los más dispuestos a ejercer la política con auténtico espíritu democrático, pero solo para esconder en cada caso su recurrente plan de sabotear todos y cada uno de los procesos con el manido recurso del escándalo montado para denunciar fraude electoral y retirarse incluso abiertas las votaciones, o patear la mesa del conteo de votos.

En la mega elección no será distinto. Ya el país los conoce y sabe que no saldrán de su usual y bochornoso ridículo ante el mundo con el cuento del fraude.

Son así. Es su naturaleza.

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