Alberto Aranguibel: Muerto pidiendo cacao

Alberto Aranguibel

En política eres un muerto cuando ya ni los tuyos te siguen. Quedarte solo es la prueba inequívoca de que tu liderazgo, si es que algún día lo tuviste y fue efectivo, se extinguió y que solo queda vivo tu cuerpo pero no tu capacidad de irradiar inspiración y fe entre la gente que antes te admiraba, así queden por ahí algunos que todavía experimenten la ilusión que antes despertabas entre los que ciegamente te seguían, y con su inefable emoción por saludarte te hagan creer que estás vivo como líder cuando en realidad no lo estás y lo que expresa esa buena gente que te saluda es más la compasión de quien se despide de un recuerdo en un velorio que la admiración viva que se le brinda a un verdadero conductor de masas.

Por eso, para no seguir engañando a incautos, lo correcto es que cuando estás muerto políticamente no sigas haciendo ofrecimientos ilusorios e inaccesibles como cuando estabas vivo, porque entonces lo que en realidad haces es acabar definitivamente con lo único valioso que puedes llevarte al panteón de la política, que es aquel residuo de respeto hacia ti que puedas dejar como referencia de lo que un día fuiste como líder.

Un muerto serio no inventa más. No da mítines en plazas desoladas, frente al mismo grupito de lánguidos desinformados que todavía no se percatan de tu deceso político no porque tú transmitas vitalidad alguna, sino porque se niegan a quedarse en la orfandad en la que los deja tu ausencia, precisamente porque ya las demás opciones con las que contaban se agotaron en el mismo fracasado desaliento de las glorias que, como tú, en algún momento fueron.

No sigas hablando de los “miles de países” que alguna vez te apoyaron como si todavía lo hicieran, porque entonces el ridículo que haces se extiende incluso más allá de lo que alcanzó tu momentánea fama del pasado, cuando estabas vivo, porque nada es más fácil de regarse que el bochorno.

No permitas que lo poco que te quede de aliento se te agote en empeños inviables que solo sirvan para perturbar tu memoria. Ni salgas a ofrecer “acuerdos nacionales” que nadie te pide, porque nada es más repulsivo que las cosas que ofrecen los difuntos.

Entiende que difunto ofreciendo cosas no es para el común de los venezolanos sino apenas un muerto pidiendo cacao.

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