Alberto Aranguibel
Hace apenas cuatro años, la eufórica fundación del malhadado Grupo de Lima (único organismo multilateral no integracionista del Continente, fundado con el expreso propósito de tratar de derrocar un gobierno legítimamente electo) llevó a un grupo de connotados presidentes de entonces, principalmente Sebastián Piñera, Iván Duque, Lenín Moreno, Martín Vizcarra, Jair Bolsonaro, Peña Nieto y Mauricio Macri, a tomar la escena política en los medios de comunicación nacionales e internacionales con el objetivo de desprestigiar de manera sistemática al presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, acuñándole los calificativos más infamantes de los cuales pudieran echar mano tratando de posicionar la imagen del tirano violador de los derechos humanos que se habían propuesto.
Pero no presentaron jamás prueba alguna de sus infundios contra el mandatario. Hasta donde pudieron llegar fue hasta el logro de una falaz idea de crisis humanitaria en el país, que ciertamente inocularon en la opinión pública no solo suramericana sino del mundo.
Ahora las mentiras han quedado completamente al descubierto. La trágica e incontrovertible realidad de cada uno de esos países que dijeron representar los farsantes presidentes de derecha, los ha puesto progresivamente contra la pared uno a uno.
A Piñera se le vino abajo la fastuosa imagen de país paradisíaco, con el estallido social que casi lo saca de la presidencia después de semanas de protestas y de muertos por represión policial.
En Ecuador la situación no fue distinta ya no solo con la inmensa manifestación popular en contra de las medidas económicas del gobierno, sino por su ineptitud para atender la pandemia. Exactamente igual que la trágica realidad de Brasil que ha dejado en evidencia a Bolsonaro como todo un genocida.
En Argentina el pueblo revolcó en las urnas electorales a Macri, en Bolivia a la dictadora Añez, en México a la derecha de Peña Nieto.
Y ahora en Colombia los jóvenes, junto a los campesinos, los indígenas y cientos de miles de profesionales y trabajadores de la ciudad, tienen en vilo al dictador Duque.
Todo aquello de lo que acusaron a Maduro, sin probarlo, es lo que les ha estallado a ellos en la cara.
¿Dónde está entonces la “crisis humanitaria”?