22 de noviembre de 2024 8:48 AM

Alberto Aranguibel: Inmoralidad al cuadrado

Alberto Aranguibel

Partiendo de una lógica estrictamente matemática, es perfectamente posible deducir sin el menor margen de error la verdadera y abismal dimensión del abuso de poder en el que incurren los grandes medios de comunicación en su arbitraria guerra de desinformación y manipulación de la realidad llevada a cabo por ellos en forma contumaz y persistente en contra del supremo y universal derecho de la gente a la información veraz y oportuna, ya no solo viendo la cantidad de infamias vertidas contra el gobierno del presidente constitucional de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, sino con un somero examen de la forma impúdica en que está siendo tratada la noticia que para ellos representa el horror de la exclusión social, la explotación, o la brutal represión que sufren los pueblos en el mundo capitalista.

Que un país como Venezuela, o como Cuba, Nicaragua, Corea del Norte, China, Irán, Rusia o Siria, sea recurrentemente difamado por esos grandes medios buscando socavar las bases de reconocimiento internacional de la que goce y quebrar la lealtad del pueblo a su gobierno mediante la mentira y la manipulación mediática, es ya un hecho cotidiano que evidencia en sí mismo el carácter inmoral del periodismo ejercido desde esas grandes corporaciones de la comunicación al servicio del gran capital.

Pero que la inocultable brutalidad en la violación de los derechos humanos en los países gobernados por élites de derecha abiertamente opositores a la idea de justicia e igualdad social sea sistemáticamente escondida en un mar de sofismas y frases de forzado carácter complaciente con la represión y el exterminio de seres humanos llevado a cabo por ellos, como sucede hoy en Colombia e Israel (y sucedía ayer en Chile, Brasil, Perú, Ecuador, Bolivia o hasta en los mismísimos Estados Unidos) no es de ninguna manera un simple cambio en el tratamiento de la noticia desde el punto de vista ideológico.

Es una inmoralidad elevada al cuadrado. Que dice mucho de la necesidad que tiene la humanidad hoy en día de medios de comunicación verdaderamente democráticos. Es decir; no surgidos del gran poder del dinero sino de una voluntad auténticamente popular.

La humanidad será libre solamente cuando el gran capital deje de imponer a su antojo la verdad del mundo.

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