23 de noviembre de 2024 6:55 AM

Alberto Aranguibel: Guaidó residual

Alberto Aranguibel

La psicología ha identificado un particular comportamiento del ser humano que se rehúsa a aceptar el tránsito hacia nuevos escenarios que por alguna causa o razón no le resulten convenientes o favorables, denominándolo “estado de negación”.

La mayoría de las veces quien padece tal anomalía no se percata de ella, sino que, más bien, la expresa con un alto grado de inconsciencia, usualmente signada por la irracionalidad y la irresponsabilidad en la forma de conducirse, en un proceso de agotamiento o fatiga gradual que va generando la imposición progresiva de la nueva realidad, conocido comúnmente como “ansiedad residual”, a lo largo del cual suelen presentarse las denominadas “patalequeras” o “pancadas de ahogado”, es decir; el estado de negación del que hablamos.

Por lo general, el fenómeno de la “ansiedad residual” aparenta cierto grado de autenticidad en la medida en que suele expresarse con los elementos cognoscitivos propios de la realidad en extinción. La idea de que nada ha cambiado y que todo sigue igual es la primera que trata de imponerse en tales circunstancias, aún cuando los elementos de la nueva realidad sean perfectamente insoslayables e irrefutables.

El caso de Juan Guaidó y su patética campaña de medios presentándose todavía hoy como “presidente de la República” en algunos videítos de lastimosidad que circulan por las redes sociales, es una muestra más que reveladora de esta patología de la negación irracional.

Habiendo culminado el periodo parlamentario para el cual alguna vez fue electo; extinguido ya su cuarto de hora, como en su momento se extinguieron los de Henrique Mendoza, Manuel Rosales, Enrique Capriles, y tantos otros líderes de la oposición que terminaron hundidos en el olvido; no existiendo ya Donald Trump ni aquellos “miles de países” de los que una vez se jactó, Guaidó lo que hace hoy con esas cuñas de falsedades es solo un ridículo mundial de dimensiones incalculables.

Ahí están las cuñas. Pero que nadie se confunda; ese es solo el “efecto residual” de un sainete bochornoso que en mala hora pretendió ser la verdad que ningún venezolano en su sano juicio jamás habría aceptado. Como en definitiva nunca la aceptó.

Guaidó es hoy solo un residuo de su propio excremento de ilegalidad e inconstitucionalidad.

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