22 de noviembre de 2024 4:44 AM

Alberto Aranguibel: El menos malo

En política la calidad del liderazgo se mide por la rectitud y la honorabilidad en la trayectoria del político. Las ideas, reducidas por lo general al paquete de promesas de campaña electoral, no suelen ser en el modelo de democracia burguesa el factor determinante de la popularidad del líder sino el complemento circunstancial de esa trayectoria con la cual se referencia a quienes aspiran a ser verdaderos conductores de masas o eventuales rectores de la administración pública.

Sin embargo, en un auténtico modelo de democracia participativa, las ideas deben jugar un rol predominante, por encima incluso de la calidad carismática del líder, porque es con base en el estudio sistemático de las ideas que el conocimiento teórico involucra, como se liberan las verdaderas potencialidades transformadoras del pueblo.

El líder de hoy, sobre todo en Latinoamérica, donde los pueblos aprenden cada día más a forjar su destino debatiendo las fortalezas y debilidades entre modelos políticos y económicos, tiene que ser una persona curtida en la batalla de las ideas, más que en la reyerta política o en la confrontación partidista por espacios o cuotas de poder.

Ser el legítimo ductor en la formación de la conciencia y el sentido del compromiso del pueblo en función de la transformación de la sociedad es el deber de ese liderazgo.

De ahí que el objetivo fundamental de la derecha sea siempre la desmovilización social a partir de la despolitización de las masas, para inhibir así, mediante la ignorancia y el desconocimiento de las ideas, su potencial crítico y, por ende, su capacidad transformadora.

Y de ahí lo pernicioso que es para un Estado democrático vigoroso y saludable la penetración por parte de factores de la parapolítica contrarios a la lucha basada en las ideas y no en el insustancial y degradante revanchismo partidista o el atajo político, como se ha visto invariablemente en Colombia desde hace casi un siglo.

La enajenación sistemática del sistema de valores ideológicos llevada a cabo por esos factores demagógicos, aliados con la oligarquía y el narcotráfico, han dejado como resultado el estamento político mediocre e incompetente con el cual debe conformarse hoy ese país.

Por eso a Colombia le toca elegir ya no al mejor candidato sino al menos malo.

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