Arremete de nuevo el imperio norteamericano contra la soberanía y la independencia de los pueblos del mundo, mediante una lista de países que supuestamente no habrían cooperado en la lucha contra las drogas, según reza una Determinación Presidencial emitida este mes por Joe Biden, en la misma línea en que lo han hecho tradicionalmente los anteriores presidentes de esa nación.
Asume así el imperio una vez más atribuciones extraterritoriales que no le corresponden, dictando arbitrariamente normas cuyo propósito real no es de ninguna manera, como en este caso, articular esfuerzos en función de contener la producción y el tráfico de estupefacientes en el mundo, como lo deja en evidencia el incontrovertible hecho de ostentar esa nación el bochornoso título de líder mundial en consumo de estupefacientes de todo tipo, incluyendo no solo marihuana y cocaína, sino el mortal LSD, el opio, la morfina y el fentanilo, que acaban con la vida de miles de norteamericanos año tras año, sin que los gobiernos de ese país hagan algo por contener esa abominación en su propio territorio.
¿Qué persigue entonces el imperio con esa ridícula Determinación Presidencial, en la que incluye de la manera más hipócrita por cierto, a un gran número de países latinoamericanos “independientemente de los esfuerzos de esos países contra la producción y el narcotráfico”, como reza textualmente la misma?
Pues, sembrar en la opinión pública internacional la falaz idea según la cual Estados Unidos sería el rector omnipotente del mundo, con derecho a imponer leyes y sanciones a su buen saber y entender. Y lo más importante, darle de esa manera un piso jurídico a las infundadas y difamatorias acusaciones de “narcotraficantes” que hace contra mandatarios y gobiernos del mundo.
Por eso (como líder del perverso sistema capitalista que es) Estados Unidos ha creado la figura de las coercitivas sanciones económicas que poco a poco le van diciendo a los inversionistas internacionales: “estos países son malos; de ahí que las sanciones son necesarias”, por lo que todo el que invierta en ellos será cómplice de sus delitos. Legitima y justifica así el crimen de lesa humanidad que son en realidad dichas sanciones, consolidando a la vez su posición de dominio imperialista en el mundo.