La frontal guerra contra la corrupción llevada a cabo por el Gobierno del presidente Nicolás Maduro es un hecho perfectamente constatable desde el primer día de su mandato.
Desde la destitución y detención del entonces presidente de la empresa Ferrominera del Orinoco, pasando por la remoción de sus cargos a casi la totalidad de la alta gerencia del extinto Cadivi, así como del Seniat y de Pdvsa, de la cual fue no solo destituida entonces sino pasada a tribunales casi toda la plana mayor de sus distintas áreas gerenciales y operativas, el presidente en persona encabezó una cruzada contra el flagelo de la sustracción o desviación de los dineros públicos por parte de funcionarios corruptos que jamás supieron honrar la conducta revolucionaria.
Solamente en el primer año de gestión, el actual fiscal general de la República presentaba ante la Asamblea Constituyente en 2018 el informe que daba cuenta de más de ochocientos cincuenta destituciones de funcionarios, tanto del ámbito civil como del militar, la mayoría de los cuales fueron no solo pasados a tribunales sino encarcelados por actos reñidos contra las leyes.
Incluso ha habido a lo largo de todo este periodo la detención de altos directivos de empresas privadas, como algunos gerentes de bancos y de cadenas comerciales como Farmatodo, por delitos de especulación o acaparamiento de productos de primera necesidad.
El país no puede olvidarse de eso.
Ahora resulta que la detención de una alcaldesa y una diputada del bloque de la Patria en la Asamblea Nacional, en un procedimiento más de los muchos que se practican regularmente en el país contra las drogas, causa un revuelo de dimensiones apocalípticas como si con ello se estuviera produciendo el quiebre del gobierno que tanto anhela la derecha.
Mercenarios del teclado desatan una vez más su furia descalificadora contra la revolución, desconociendo que, precisamente, el carácter excepcional de esas detenciones reafirma que la inmensa mayoría de los funcionarios públicos del país no solo no son corruptos ni delincuentes de ninguna naturaleza, sino que son abnegados servidores del pueblo entregados con verdaderos sentido del compromiso a la labor de Patria que tienen en sus manos.
Lo que pasa es que nunca faltan los oportunistas.