Una forma de ver las cosas es a través de la limitada ventana de nuestra ubicación. Otra forma es la de hacer un análisis en el marco de la situación regional o global.
Desde la primera de estas ópticas lo único ─o al menos el principalísimo interés─ es la determinación de los elementos del escenario doméstico inmediato y la identificación de soluciones para enfrentar los retos. Así visto el tema de las preocupantes circunstancias que vive nuestro país cobra dimensión única –o al menos central─ en nuestra visión.
Por el contrario, si asumimos nuestra relatividad frente a la problemática global nos daremos cuenta de que Venezuela no es el ombligo del mundo, que nuestro drama ya no es noticia de primera plana y que hay acontecimientos que ciertamente tienen el potencial para suficientes consecuencias que, al final, también nos afectarán en lo doméstico y personal.
Lo que antecede viene a cuenta a la luz de la crítica –y potencialmente explosiva─ situación que toma presión con el enfrentamiento cada vez más peligroso entre Estados Unidos y Rusia, centrado por ahora en Ucrania pero con potencial de extenderse a otras regiones, incluyendo nuestro continente y país. Justamente en esta misma sección de opinión de la semana se incluyeron sensatos análisis sobre el tema a causa de la noticia de que eventualmente Rusia pudiera ubicar equipo militar o efectivos en Venezuela u otros países del área latinoamericana.
El escenario de hoy es que Rusia, conducida con autoridad y autoritarismo por Putin, está en plan de revivir su vocación imperial iniciada hace ya varios siglos y continuada casi que sin interrupción hasta la caída del muro de Berlín en 1989 y disolución de la URSS en 1991. Por las mismas u otras razones Estados Unidos, cuya vocación es similar aunque revestida de más comedidos modales, predominan con sus valores e intereses en esta otra parte del mundo que es la nuestra. En la medida en que las áreas de influencia no se superpusieran (políticas, económicas, culturales, etc.) la coexistencia pudo sostenerse con roces pero sin quiebres a excepción de la crisis de los misiles en Cuba de 1962. Hoy eso ha cambiado con una Rusia despertando de su minusvalía de la mano de un líder autoritario, sí, pero que disfruta de altísima popularidad en amplios sectores de su ciudadanía.
A este opinador le resultó extremadamente interesante ─sin por eso estar muy de acuerdo─ la pregunta que una periodista hizo al presidente Putin en una reciente conferencia de prensa pidiendo al dirigente que aclare si la concentración de efectivos y equipo militar en la frontera ruso-ucraniana simultánea a los anuncios de la OTAN y Estados Unidos de defender a Ucrania, anuncia tiempos tormentosos en la relaciones Moscú-Washington con consecuencias que bien pudieran desbordar esa zona en particular.
Putin, de cuya habilidad no puede dudarse, respondió criticando el esfuerzo ─hasta ahora exitoso─ de la alianza occidental reclutando a las exrepúblicas soviéticas y otras sujetas entonces a su influencia, fronterizas con Rusia, para unirse a la OTAN y para que permitan la instalación de misiles de gran capacidad apuntando hacia el territorio ruso. Comparó esas situaciones con una eventualmente similar en la que Rusia convenciera a Canadá o a México para hacer lo propio permitiendo instalación de equipos militares en su territorio y también recordó cómo en la crisis de 1962 se llegó a un paso de la guerra total cuando la entonces Unión Soviética inició la instalación de misiles en territorio cubano apuntando a Estados Unidos. En Venezuela diríamos que Putin aplicaría nuestro refrán de que “lo que es igual no es trampa”.
A lo anterior debe sumarse el peligro de un error material o de comunicaciones o un sabotaje o un accidente que pudiera desatar reacciones de dimensiones no controlables. La invasión de Alemania a Polonia en 1939 se desató porque el ambiente estaba listo y la excusa fue que unos soldados polacos (en realidad alemanes nazis disfrazados) habían atacado una estación de radio en el lado alemán de la frontera. Lo que siguió fue la II Guerra Mundial de la que nadie quedó exento de sus consecuencias buenas o malas. (Venezuela aprovechó de vender a los Aliados más petróleo que nunca).
La reflexión de cierre de estas líneas invita a no desechar la visión provincial de los problemas de Venezuela sino ubicarlos en el marco de la geopolítica de las alianzas antinatura en las que la tal “revolución bolivariana” ha embarcado a nuestra patria y que nos lleva a ser apenas fichas de un juego en el cual son otros (Rusia, China, Irán, etc.) quienes se valen de nuestra extrema debilidad para utilizarnos en un juego en el que poco o nada tenemos que decir. Cuando en 1962 Khruschev “arrugó” y decidió retirar los cohetes de Cuba ni siquiera le preguntaron a Fidel Castro que luego de ser centro del contencioso quedó como “pajarito en grama”. ¡Cuidado y le pase lo mismo a los que hoy tienen bajo su control los destinos de Venezuela y de sus habitantes!
@apsalgueiro1