Adolfo P. Salgueiro: Carabobo en el relato de hoy

Una de las características muy propias de las izquierdas “revolucionarias” es su inclinación para reescribir la historia que –igual que antes– tiende a estar teñida por la visión de quienes la relatan. Tal vez por esa misma razón es que la Constitución Nacional (art. 187, ord. 15) exige que para que alguien pueda ser trasladado a ese altar de la patria que es el Panteón Nacional se requiere que hayan transcurrido veinticinco años desde su muerte a fin de dar tiempo para el enfriamiento de las pasiones. Tenga usted por seguro que de no existir esa limitación ya el héroe de Sabaneta descansaría al lado mismo del Libertador cuyo sarcófago osó mancillar con transmisión televisiva en julio de 2010.

Dentro de esa misma línea de razonamiento ahora resulta que desde hace algunos años los roles de héroes y villanos se han trastocado selectivamente según la conveniencia del relato que acomode al interés de quienes llevan ya dos décadas conduciendo los destinos de la patria.

El tema viene a colación con motivo de haberse celebrado esta misma semana el bicentenario de la Batalla de Carabobo, cuya efemérides ha sido transformada desde la visión heroica que había sido parte integral de las nociones básicas de venezolanidad para convertirla en pretendido símbolo de una emancipación política con énfasis en las confrontaciones ideológicas del tiempo contemporáneo con el no disimulado propósito de ponerla al servicio del interés de quienes hoy circunstancialmente controlan los recursos del poder y de la administración nacional.

Es así como nos venimos a enterar de que ese 24 de julio de 1821 solamente se concretó apenas una victoria militar que “tan solo” desalojó el yugo del imperio español de nuestro territorio. La parte importante del relato es que hubo que esperar más de siglo y tres cuartos para que otro gran estratega militar (que ni siquiera pudo cumplimentar la misión subversiva que se le encomendó el 4 de febrero de 1992) fuera el que lograse la victoria definitiva liberando a la patria del yugo del imperialismo moderno y la sumisión a intereses extranjeros. Hoy día es gracias a Cuba, Rusia y China  que por fin hemos logrado la meta de la tan deseada soberanía largamente anhelada y tan solo ahora supuestamente conseguida.

Cierto es que en aquella magna fecha el Negro Primero (Pedro Camejo), plaza en la Primera División (Bravos de Apure) comandada por Páez, rinde su vida por la causa independentista y por ello en 2015 sus restos llegan al Panteón Nacional. No menos cierto es el sacrificio supremo rendido por el coronel británico Thomas Farriar al servicio de la causa patriota comandada por Bolívar, como también la inmolación de los comandantes de la Segunda y Tercera División patriota Ambrosio Plaza y Manuel Cedeño. El número de bajas parece haber sido importante, aunque la gran mayoría fueron españoles. De allí a Ayacucho casi todo el camino fue cubierto de gloria. El único detalle que ensombrece el relato es que sus máximos protagonistas (Bolívar y Sucre) fueran auténticos aristócratas que hoy en día calificarían como “escuálidos” irredentos.

En este 2021 aprendemos que aquello solo fue el preámbulo para la victoria final contra el antiimperialismo que libró el Napoleón de Sabaneta con sus compinches comprometidos a partir del histórico  juramento bajo las ramas de samán de Güere, el cual supera y ensombrece la promesa que el propio Bolívar hizo en el Monte Sacro de Roma en presencia de su maestro Simón Rodríguez en agosto de 1805. Páez naturalmente ha sido minimizado y su tránsito por nuestra historia oscurecido por el relato de quienes vienen escribiendo la nueva versión de la misma.

Hoy pasados doscientos años de aquella fecha que con legítimo orgullo se aprovechó tambien para designarla como “Dia del Ejército Venezolano forjador de libertades”, lo que vemos es una fuerza armada cuyo apresto acaba de demostrar que no resiste la embestida de unos irregulares colombianos, cuyos efectivos literalmente pasan hambre, con el concurso humano de milicianos de tercera edad cuya presencia, escualidez y carencia de entrenamiento causan justificada preocupación, con armamento cuya operación requiere de especialistas extranjeros y con la caja CLAP como principal incentivo para la lucha, nos preguntamos si esa nueva independencia y soberanía que se proclama con insistencia en verdad tiene algún significado.

En resumen, el segundo centenario de Carabobo encuentra a Venezuela postrada, en estado de mengua, con su gente ya ni siquiera interesada en democracia ni otros lujos “burgueses”, entregada a la triste pero inescapable tarea de la sobrevivencia cotidiana y sujeta a la forma más despiadada de control social a través de la depauperización donde la esperanza se resume en aquello de que “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”.

@apsalgueiro1

El Nacional

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