26 de noviembre de 2024 11:53 PM

Barra Plural 1057: Pesos y contrapesos

Una de las características de la democracia es esa, el que ninguno de sus poderes tiene primacía sobre el otro, aún cuando en lo personal soy del criterio que, en ella, uno de los tres la tiene, el Judicial por su condición de árbitro de los conflictos.

Otra de sus características es que sea el pueblo el que elija a sus gobernantes, esos que tienen conforme a la normativa de cada país delimitadas sus competencias y a ellas deben atenerse.

Leo al presidente López Obrador, y a los ex presidentes Samper y Zelaya, por citar algunos personajes del mundo, criticar lo ocurrido en Perú dado que a su juicio, se vulneró la voluntad popular pues se impidió al señor Castillo ejercer su mandato y ello fue lo que originó -según esos interpretes- su caída.

La Constitución peruana delimita las competencias de los poderes públicos.

El congreso, como órgano legislativo elegido por el mismo pueblo que tambien votó por Castillo, podía ejercer tantas veces como la norma lo permita, sus atribuciones y fue lo que hicieron una y otra vez a objeto de juzgar las conductas, ciertas o falsas, contrarias a la ley, en las que -a su juicio- había incurrido el presidente.

Si ello disgusta a algún liderazgo, lo conducente era inducir a sus compañeros peruanos de pensamiento, a plantear las reformas que fueren pertinentes, pero no criticar – y en el fondo tácitamente apoyar- la violación constitucional planteada por el señor Castillo.

Obsérvese que la reacción de toda la institucionalidad peruana no es contra la decisión de tratar de acordar la vacancia presidencial, sino contra el salto al vacío que implicaba las medidas anunciadas desde la Casa de Pizarro y ella no solo fue inmediata sino contundente. En menos de cuatro horas a contar del anuncio, su inquilino estaba destituido, detenido y sustituido, señal clarisima de la manera como fue interpretada por todos los actores su decisión.

Vease adicionalmente la pasividad de los electores del presidente, quienes en modo alguno rechazaron multitudinariamente la destitución del mismo, quizás porque recordaban el efecto que en el país tuvo la muy similar decision que, contra el legislativo de su época, tomó el señor Fujimori y las consecuencias que ella produjo.

Regresando a las reacciones internacionales, esa izquierda que se denomina progresista tiene siempre una característica, la de victimizarse. A eso se responde contrastando hechos con normas. Si de ese contraste surge coincidencia entre una y otras, la obvia conclusión es que se obró correctamente tal como acaba de demostrarse en el Perú.

La lección entonces es obvia: para que la democracia funcione es menester fortalecerla, respetando cada uno de los poderes los límites de competencia que tienen. Cuando ello ocurre, para tranquilidad de todos, las cosas funcionan.

Gonzalo Oliveros Navarro
@barraplural

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