Hoy se cumplen 31 años de la muerte de Freddie Mercury. ¿Cómo sería Freddie hoy? Alguien podría decir que esa respuesta es fácil y proponer que se utilice como parámetro la actualidad de Roger Taylor y de Brian May, dos de su compañeros de Queen. Es decir, siguiendo esa comparación se mantendría bastante parecido.
Su imagen quedó cristalizada al menos 35 años atrás. El Freddie Mercury que quedó cincelado en el imaginario colectivo es el de sus últimos años de apogeo con Queen, el cantante y showman que deslumbraba al mundo, el del Live Aid, las giras globales, el monstruo que llenaba el escenario, el que hacía que estadios enteros centraran su vista en él sin necesidad de parafernalia ni fuegos artificiales. Sólo con carisma, una voz que la ciencia se encargó de explicar, entrega y un manejo escénico descomunal.
Tres meses después, el 23 de noviembre de 1991, el agente de prensa de Freddie Mercury dio a conocer un escueto comunicado que confirmaba los rumores y los peores temores de los fans: “En virtud de las enorme atención que la prensa ha brindado al asunto en las últimas dos semanas, deseo confirmar que he dado positivo de HIV y que por lo tanto padezco de SIDA. Creía adecuado mantener en secreto esta situación hasta la fecha para conseguir la tranquilidad de quienes me rodean. Pero llegó el momento para que mis amigos y fans de todo el mundo conozcan la verdad y junto a los doctores me ayuden en la batalla contra esta terrible enfermedad”.
No hubo demasiado tiempo para conmociones. Era otra época y las noticias corrían más lento. Al día siguiente, el 24 de noviembre de 1991, Freddie Mercury moría en su mansión.
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