Hace dos años, por esta época, con votos -de la gente y del colegio electoral- el presidente Trump fue derrotado en su aspiración reelecionista en Estados Unidos.
Desde antes de la contienda venía el creando el ambiente de un fraude en caso de perder, lo que se materializó con el asalto al Congreso americano en enero siguiente cuando allí se contaban los votos del colegio electoral, ante su inacción. Al sol de hoy, ninguna de sus denuncias prosperó, a pesar de la creencia, casi fé, de algunos.
El pasado domingo en Brasil se celebró la segunda vuelta presidencial.
El presidente Bolsonaro, casi al calco de su par norteño venía anunciando lo propio, fraude, uno muy raro por cierto pues si bien es cierto que perdió la primera vuelta por menos margen del que se anunciaba, sus partidarios controlan -por los votos de los ciudadanos el Congreso del país lo que por cierto es una buena señal para la democracia de cualquier parte donde puede haber, efectivamente, pesos y contrapesos.
Al sol de hoy, el presidente brasilero no ha reconocido su derrota, puro sofisma declarativo y mientras eso pasa, sus partidarios realizan manifestaciones solicitando, con manifestaciones -ni más faltaba- que los militares cambien el resultado.
No deja de sorprenderme observar en las redes venezolanas a una parte de nuestra población, una formada en democracia, aupando esas conductas. Admito que lo puedo entender de treintones y hasta cuarentones. Ellos solo conocen las practicas políticas de los últimos años en el país, una donde el voto perdió valor y a través de manifestaciones o contramanifestaciones pretendimos cambiar o mantener el estado de cosas, para que finalmente cuando a unos los abandonara el fervor popular, procedieren a ejercer la violencia e Estado.
Nos guste o no, si no se gana con votos se pierde con golpes, de derecha, de izquierda, de centro o de extremo. Quienes a través de ese mecanismo llegan, todos sabemos cuando lo hicieron pero desconocemos cuando se irán.
Para quienes piden intervenciones cuando estando en el gobierno se pierde y se alega fraude, bueno es recordar la actitud de Gonzalo Barrios en la Venezuela de 1968 cuando, siendo candidato del partido del presidente de la época, se negó a proclamar fraude por haber perdido por 30 mil votos.
Para la historia quedará que, según el, un candidato de partido de gobierno, no tiene derecho a ganar por esa diferencia ni reclamar fraude por la misma.
A los venezolanos nos corresponde prepararnos a votar y a cuidar las mesas para que quien gane cobre, sin viudas plañideras reclamando fraude, abstención por ausencia de condiciones o intervención de otros.
Gonzalo Oliveros Navarro
@barraplural
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