CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ
Los países con élites inteligentes o simplemente menos estúpidas, habían asumido las reformas de mercado producto de la globalización de los 80, que venían con dólares del FMI
Intelectuales y semi intelectuales, aferrados a sus libros de revelaciones, andan confundidos por este desorden global, esta transición a no se sabe dónde y a la que no se le ve norte. De hecho, solo el embrollo mental mayúsculo de los líderes mundiales les hizo meterse en la actual guerra. La izquierda ojerosa apoya a Putin, pese a que es imposible conseguirle un pelo de izquierdista, y no aludo su calva, sino a que es ídolo de la derecha moderna europea. Por su lado la derecha tradicional ahora apoya a Biden, pese a que en las presidenciales denunciaron que convertiría a EE. UU en un “régimen” comunista y que Kamala practicaba un culto satánico a Stalin que oficiaban Angela Davis, Attack y Black lives matters. No es mentira que grupos del partido demócrata, a falta de programa y líderes, plantean tesis jurásicas-identitarias de los 70. Pero en lucidez estratégica, Biden y Trump están ahí-ahí. Por mucho que critiquemos anteriores presidentes, sabían dónde iban.
El ataque a Rusia y China y el amago de incorporar Ucrania a OTAN no son improvisados ni reactivos. En 2019 uno de los think-tank más importantes de EEUU, Rand Corporation sugería actuar a propósito del avance tecnológico y económico de ambos. En enero o febrero de 2021, luego de una larga conversación telefónica con Xi-Jinping, Biden declaró “si no hacemos algo nos aplastan”. Entre 1945 y 1991 tuvimos un planeta bipolar, regido por EEUU y la URSS, en el que nadie asomaba la cabeza sin anuencia, con las doctrinas de la destrucción mutuamente asegurada y el equilibrio del terror que con maestría y sentido político manejaron. En 1991 vino el final de la guerra fría, del mundo bipolar, la caída del comunismo y pasamos al fin de la historia, el mundo unipolar, que suponía el florecimiento de la democracia y la economía de mercado, multilateralismo, DD. HH, no uso de la fuerza.
En 2001 ese orden mundial, recibió su primer feroz ataque con el simbólico derrocamiento del World Trade Center, y vinieron las invasiones a Irak y Afganistán. Los países con élites inteligentes o simplemente menos estúpidas, habían asumido las reformas de mercado producto de la globalización de los 80, que venían con dólares del FMI. China, India, Asia central, Indonesia, Thailandia, Surcorea, Irán, Rusia, Brasil, México, Nigeria, Suráfrica, Taiwan, Camboya, Myamar, y muchos países de menores dimensiones, Uruguay, Panamá, Chile, Vietnam, Laos. Turquía merece una mención especial. Hoy revela ínfulas neo otomanas, intervino en Siria, se dirige a ser potencia y eso tiene raíces en que Ataturk prohibió durante los veinte las señas de imbecilidad, teocracia, velo, gorro, oraciones cinco veces, y secularizo al país que hoy hace de puente entre Europa y Asia, y es –aun- de la U.E. Gracias al paradigma, “neoliberal” como le dicen las cotorras, China hoy compite por el primer lugar como potencia planetaria, luego que Xi Jinping declarara en 2017 en Davos que “China aspiraba ser líder de la economía de libre mercado en el mundo”.
Los países que aplicaron reformas económicas pasaron a ser potencias globales o regionales mientras gran parte de la intelectualidad, la política y la academia, europeas y latinoamericanas, anacrónicos irredentos, continúan como Quijotes enfrentados al gigante Caraculiambro “neoliberal”. El fin de la unipolaridad anuncia lo que Bauman podría llamar bloques líquidos o tal vez gelatinosos, pragmáticos, no de ideologías sino de intereses, una nueva multipolaridad compleja. Por ejemplo, Latinoamérica, Asia y Africa no aprobaron sanciones contra Rusia, salvo los aliados más estrechos de EE. UU, por meros intereses prácticos. Su condición no le permite al liderazgo europeo ver su salto en la oscuridad y alguien dijo que “Europa se dividía en dos grupos. Los que sabían que eran países pequeños y los que no se habían dado cuenta”. Las crisis en Europa, migratoria, política, populismo, extremismos es el producto de no haber podido realizar las reformas económicas que crearan empleo y riqueza para atender las oleadas migratorias, la ampliación hacia el este, los efectos de 2008. (Por cierto: de esa crisis no forma parte Meloni)
Desde el tratado de Roma 1950, Europa avanzó gracias al acuerdo Francia-Alemania, pero esta saldrá debilitada. Creo que Piqué (no el de Shakira) dijo que “Europa estaba condenada a ser un parque temático. Tiene poco que decir a menos que se haga potencia política”, lo que ya no parece posible, si vemos los aportes al PIB mundial en 2021: China 22.7%, EEUU 22.4 %, Unión Europea 18.3% (venía de 25% y antes de la guerra, especialistas pronosticaban que bajará a 8% en 2030. La globalización era comprar materias primas en cualquier parte para vender productos en cualquier parte, pero vamos al desacoplamiento. La post guerra traería desglobalización y desoccidentalización del mundo, pero la democracia y más la economía de mercado seguirán siendo referencias, especialmente la última porque es la única economía que da de comer. La globalización ha traído un número sin precedentes de favorecidos, nunca en el planeta hubo menos pobres, y quienes no se beneficiaron son los países que apostaron a revoluciones, socialismos, populismos u otra añagaza. Ojalá las cotorras terminen de entender.
@CarlosRaulHer
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