El mundo le apuesta a que China continúe en franco crecimiento. Ello resulta ser un panorama incierto, pero lo es más si vemos algo más de cerca lo que pudiera estar ocurriendo con su sector bancario. La prensa internacional comienza a alertar al mundo sobre lo que configuraría una catástrofe si se sacudieran los cimientos de la banca de ese país. Incluso hay quienes consideran que hay signos de pánico dentro de la población, por intuir esta que una situación de insolvencia bancaria, en un sentido amplio, se pudiera estar gestando.
Y es que de mayo a esta parte, en la provincia de Hunan -99 millones de chinos, más que la población entera de Alemania- estarían bloqueados depósitos bancarios que ascienden a 1,5 millardos de dólares. Los depositantes no pueden hacer retiros en persona ni tampoco efectuar transacciones en línea en un buen número de prestigiosas entidades bancarias. Frente a la explicación lacónica de los entes financieros sobre la existencia de “problemas técnicos menores”, la ciudadanía afectada ha dejado a un lado la discreción que caracteriza al chino y se encuentra crecientemente en las calles en acciones de protesta. El pánico a la pérdida de los ahorros ha cundido como la verdolaga y ello no tardará en provocar metástasis en el país. El hermetismo gubernamental no ayuda a la generación de confianza, condición básica para el mantenimiento de la salud del edificio bancario.
Peor que ello, el Estado se ha colocado del lado de los banqueros. Estas entidades regionales habían ofrecido a los ahorristas una remuneración (4,1% a 4,5%) muy superior a la tasa 2,75% en el resto del país. Todo ello sin contar que el mantenimiento de esta Pirámide de Ponzi, similar a la que estuvo en boga con el sector inmobiliario hace unos meses, requería del mantenimiento creciente de la propensión local a ahorrar. No hay que ser genio para percatarse de que ello solo ocurre en una economía en expansión, no en una recesiva. Así es como el fantasma de la crisis de Evergrande y los artificios monetarios de este estilo se han vuelto a revivir. La quiebra de los promotores chinos que data solo de 2021 ha dado a la población una lección difícil de sobreponer y, sobre todo, de olvidar.
La realidad es que la banca también ha sido afectada por los confinamientos ligados a la pandemia, la calidad de sus acreencias ha desmejorado y sus resultados financieros se han comprometido.
Todo se alinea en esta segunda potencia mundial, a esta hora, al buen funcionamiento y a la expansión constante de la economía. Es la prioridad del gobierno y sobre ello trabajan duramente sus líderes pensando en el Congreso del Partido Comunista programado para dentro de pocos meses. Esta estabilización expansiva debe alcanzar a la industria, a la tecnología, al comercio… y también a la banca. Si en lugar de ello, lo que se produce es un frenazo, el mundo entero se contaminará de la ola recesiva debido a la interacción económica de todo el planeta con la dinámica del coloso de Asia.
No puede hablarse a esta hora de un crack sistémico dentro de la banca. Lo que toca es seguir de cerca las cifras macro del gigante porque un resfriado en su economía y en su sector financiero puede traer serias consecuencias al resto de los países grandes y a los pequeños también.